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EN BUSCA DE PORTALES DIMENSIONALES |
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Pero también incurriríamos en un error si dejáramos que este episodio capitalizara toda nuestra atención. Porque sorprendente como resultó, nos haría perder de vista la cosmovisión del lugar. Daniel Padilla, precisamente, no se cansa de llamar la atención de los investigadores en el sentido que toda el área, todo el paraje, es asiento de una sucesión de hechos desconcertantes, quizás vinculados entre sí, quizás sólo hermanados por compartir un marco espacial y temporal específico. Otras mutilaciones –éstas, si se quiere, más “normales”, si es que hay algo de normal en una mutilación de ganado-, observación de extrañas y errantes luces nocturnas, un ser casi humanoide, bípedo peludo que cruza corriendo la carretera a tempranas horas de la mañana ante la mirada atónita de un arquitecto que transitaba por el lugar, y ahora esto. |
¿Recuerdan?. “Esto” es de lo que estábamos
hablando. La huella. El molde de la huella.
Si ustedes han seguido las informaciones que hemos publicado sobre
el particular, recordarán que uno de los hallazgos de nuestros
investigadores en el terreno fue un gigantesco toro, muerto y mutilado.
Padilla y Sánchez volvieron numerosas veces al lugar, pues
constataron, para mayor índice de extrañeza, que algunos
animales sufrían “dobles mutilaciones” días
después de haber sido hallados con las primeras. Y cuando se
encontraban chequeando los alrededores de ese animal en particular,
algo llamó su atención.
A un metro escaso del cadáver, había una masa chata
de excrementos de animales. “Bosta”, es el argentinismo
con que les conocemos. Y en el centro de esa mancha de bosta, divisaron
lo que a primera vista –y a segunda, y a tercera, y a...- parecía
la huella de un pie. Pequeño, muy pequeño. No llega
a diez centímetros de largo y se ha hundido en los excrementos
–este dato es importantísimo- apenas cuatro milímetros.
Pero es una marca perfecta. Uno, yo, ustedes, no podemos dejar de
observar la puntera, talonera, si se quiere hasta el trabajo de la
suela de un calzado y una epífisis muy marcada que sobresale
más que una eminencia thenar, que es la que crece inmediatamente
bajo el dedo mayor de nuestros pies. Es una huella, que no estaba
allí cuando en otras oportunidades relevaron el lugar, como
si algún ser ignoto volviera a visitar el punto en fecha muy
reciente.
Bien, hasta aquí, los defensores de “grises” y
pequeños humanoides cabezones de origen extraterrestre concurriendo
a efectuar sus análisis veterinarios estarán de parabienes.
He aquí –dictaminarán satisfechos- la prueba:
sólo seres pequeños, como esos tripulantes exobiológicos,
pueden dejar estas huellas.
Pero no me parece tan fácil. Por eso hace horas que estoy aquí,
sentado, observándola y reflexionando. Daniel se ha ido hace
unas horas de mi hogar y no puedo dejar de sopesar sus datos. Fríos.
Precisos. Diez centímetros de largo. El ser que la produjo
debería tener entre setenta y noventa centímetros de
altura. Cuatro milímetros de profundidad en una bosta –si
se me permite otro argentinismo- “chirla”, es decir, asaz
blanda. Un ser de setenta a noventa centímetros de altura,
por delgado que fuere, tiene que pesar por lo menos diez kilos. Y
diez kilos sobre esa bosta hundirían esa huella más,
mucho más. ¿Dos centímetros?. Cuando menos. Pero,
¿por qué sólo cuatro milímetros?. Daniel
Padilla tiene su teoría: tal vez la entidad levitara y apenas
“rozó” la mancha de excrementos. No me convence.
Hago alguna broma sobre la delicadeza de estómago de ese ser
que quiso evitar ensuciarse y terminó de todas formas enchastrándose
con la vacuna caca y entonces propongo otra posibilidad. Si el ser
de setenta o noventa centímetros de altura sólo se hundió
en las materiales heces cuatro milímetros era porque él
mismo era apenas semi material. Un tanto inmaterial, si lo prefieren.
Una entidad cuasi material, cuasi... ¿energética?, ¿astral?,
¿espiritual?, ¿etérea? Cuya densidad y peso,
por esa misma razón, no era proporcional a su volumen.
No se me ocurre una idea tan peregrina, porque casa con mi presunción
que la zona de Pronunciamiento es, en sí, una “ventana”,
un portal a otra dimensión. Esa simultaneidad, esa correspondencia
de fenómenos anómalos de distinta naturaleza enmarcados
en un tiempo y un lugar tan específicos, tiene el regusto de
esta teoría. Creo firmemente que frecuente y a veces esporádicamente,
a veces de manera perenne, se abren en distintos, variopintos puntos
de la geografía mundial, esos portales. Creo que a través
de ellos se manifiesta una particularidad del espaciotiempo que, ora
interpretamos como fenomenología paranormal, ora percibimos
como fenómenos anómalos. Lo he tratado en extenso en
numerosos trabajos y no pienso plagiarme a mí mismo. Pero permítanme
referirme a un episodio puntual que he investigado personalmente.
La huella de referencia
El portal de Tezanos Pinto
La historia llega a mí mientras conducía una emisión
de mi programa radial "Al Filo de la Realidad", una noche
de domingo de 1990. Un oyente se comunica para describirnos los comentarios
de algunos conocidos en el sentido que en una casa abandonada de Tezanos
Pinto, pequeño pueblo en vías de extinción a
quince kilómetros de la ciudad de Paraná, provincia
de Entre Ríos, Argentina, se producían ruidos por causas
desconocidas, y habría quien divisó una figura blancuzca
desplazándose en la noche por el monte de eucaliptus. Concurrimos
al lugar, encontrando la vivienda tal como estaba en la primera fotografía
que acompañamos, y decidí realizar allí algunas
psicofonías, con resultados provisorios interesantes pero no
concluyentes (por ejemplo, pasos sobre la hojarasca alrededor del
grupo en meditación mientras, obviamente, nadie estaba caminando).
Decido entonces, en reiteradas oportunidades, llevar a mis alumnos
al lugar, y varios de ellos comienzan a protagonizar episodios insólitos:
uno de ellos, por ejemplo, estaba en una construcción que llamamos
"la pajarera", a unos cincuenta metros en el monte en compañía
de otra estudiante, enfermera profesional, realizando sus psicofonías,
cuando sintió que alguien tiraba con violencia su largo cabello;
inmediatamente ambos escucharon pasos desplazándose alrededor
que sólo cesaron cuando comenzaron a llamarme a los gritos.
Claudia, mi esposa, percibió en varias ocasiones una presencia
en los altillos -hoy derruidos- de la vivienda, y yo mismo, en momentos
en que exploraba uno de ellos y fui fotografiado por un alumno, aparezco
con una inexplicable "nube blanca" alrededor de mi cabeza,
que no era defecto de la película o del revelado.
Los pobladores del lugar son altamente reticentes a contar historias
-en general, el hombre del campo es muy desconfiado, quizás
por temor al ridículo que en una localidad pequeña golpea
más que en una ciudad, ya que en la primera todos te conocen
y si eres víctima de una chanza eres víctima para siempre-
y sobre todo de la gente de ciudad, por lo que nuestros sondeos entre
los pobladores -que ciertamente fueron pocos- resultaron infructuosos.
De manera que decidí abordar las cosas de otra forma, y realicé
varias sesiones de "tabla ouija", ya en la vivienda, ya
en nuestro local, para tratar de contactar con la entidad que estaba
detrás de los sucesos. Creo que lo logramos. Y digo que lo
logramos porque alguna vez aparecieron en esos altillos algunos papeles
que incidentalmente avalaban lo que saltó en las sesiones,
en lo que yo llamo una "confirmación cruzada". Antes
que pregunten; ya no tengo esos papeles, nunca me los devolvió
un ex alumno que se abrió para hacer su propio "rinconcito
de enigmas".
En cierta emisión de AFR, luego del programa me llama una señora,
que se identifica como familiar de las herederas de la propiedad,
dos ancianas hermanas de -en ese entonces- 80 y 82 años de
edad, solteras y traumadas por el hecho -eran, al fin de cuentas,
de la alcurnia local- de que en una radio masiva se hablara de su
familia y sus oscuras historias. Esta mujer me pidió discreción,
pero a cambio confirmó mis presunciones.
A principios del siglo XX, la familia Pinto decide realizar inversiones
en la zona y ocupar una casa solariega para sus fines de semana. Por
vínculos matrimoniales con la familia Tezanos -de allí
el nombre del pueblo- de raigambre histórica -como que son
herederos de la gran mansión que actualmente ocupa el museo
de Bellas Artes local- lo hacen en la casa de referencia. Un Tezanos
Pinto casa con una Moritán, Eloísa -otro apellido de
prosapia vernácula- y esta mujer parece que comienza a padecer
disfunciones psíquicas severas, al punto que termina siendo
recluida en la casa primero, y finalmente confinada a uno de los altillos,
prisionera de una perturbación mental que en esos tiempos era
vista casi como un estigma social. Los papeles de referencia eran
correspondencias que recibía de Europa -en uno de ellos se
describe la asunción del presidente de facto Uriburu al gobierno
argentino, presenciado por parientes de Eloísa en viaje a Europa-
que al principio ella aparentemente respondía, y luego simplemente
cartas donde se preguntaba por la salud de Eloísa y finalmente
breves esquelas salutíferas y nada más. Dato extraño:
Eloísa no está sepultada en el panteón ni de
los Moritán ni de los Tezanos Pinto en el cementerio local
-en esa época no había cementerios privados- Las ¿malas?
lenguas dicen que murió joven y loca y fue enterrada en una
tumba sin nombre en adyacencias a la propiedad, y su fantasma vagaría
en busca de descanso eterno.
Es interesante señalar que cuando llegamos a estas conclusiones
hicimos lo que teníamos que hacer para que la entidad descansara
-hablemos con propiedad: en Parapsicología decimos "erotizar
el paquete de memoria", pero eso es tema más bien de nuestros
cursos- y si podemos decirlo así el espíritu de Eloísa
no ha vuelto a aparecer; pero extrañamente, una parafernalia
de otras entidades –un joven con barba y corbata como vemos
en las otras fotos, las "monjitas", etc- si comenzaron a
manifestarse, como si de todas formas el lugar tuviera un atractivo
especial para estas entidades.
¿Cuál es mi planteo aquí?. Supongamos que las psicofonías materializaciones y otras apariciones espectrales tuvieran sólo su etiología en la remanencia psíquica de la ordalía de Eloísa Moritán de Tezanos Pinto, las preguntas serían: ¿por qué cuándo el “paquete de memoria” de Eloísa deja de manifestarse sí lo siguen haciendo entidades que nada tienen que ver con esta historia?. Remito al lector al número 1 de nuestra revista digital (ver “La presencia de Tezanos Pinto”) para mayor detalle, pero quiero llamar su atención en este punto: evidentemente, en estos lugares hay un “algo” más allá de lo traumático de la historia con que se les asocia para que haya algo así como un “simposio” de entidades ajenas unas a otras, que por otra parte aparecen en equipo precisamente a posteriori de nuestras andanzas en el lugar y no antes. |
Una foto en la soledad del campo. Al revelar, entre la maleza aparece
este joven de barba “candado”, saco y corbata, que obviamente
no estaba cuando la foto fue tomada
La casa solariega de los Tezanos Pinto
Esta simultaneidad espacial y temporal de distintas fenomenologías
es lo que hoy se está reiterando en Pronunciamiento. Adelantamos,
aquí y de manera fragmentada, una información sobre
la que queremos ser cautelosos: no basta allí con luces nocturnas,
seres peludos que cruzan la carretera, mutilaciones, huellas. Como
si fuera poco, en una semiderruida vivienda abandonada nuestros amigos
encontraron una cantidad significativa –estiman entre cinco
y seis- esqueletos de animales que no pudieron identificar. Ciertamente,
no se trata de gatos, perros, liebres, zorros y un largo etcétera.
Y allí están, esperando ser identificados.
¿Creyeron que hasta aquí habían visto todo?. Quizás no. Vuelvan a observar la fotografía de la precaria vivienda. Observen el “palo borracho”, el árbol que crece frente a la misma. Sobre el punto siguiente hemos discutido mucho con Daniel. Él asegura que frente y a la derecha de ese árbol hay una figura traslúcida. Yo ahora sí lo observo, creo, extraño maridaje de velocirraptor y canguro pero.. ¿realmente está allí o condicionado por la observación de Daniel he transformado la imagen en un test proyectivo?. Saquen ustedes sus propias conclusiones.
De cualquier manera y en todo caso, todo ello concurre en ilustrar dos hechos.la necesidad de brindar mucha más atención intelectual a los eventos que allí están ocurriendo, y abrir la mente a considerar que, después de todo, podremos dejar de especular sobre portales dimensionales y ciertamente reunir evidencias circunstanciales aunque sea, semi plena prueba de su existencia.
Otros artículos del mismo autor relacionados:
“La presencia de Tezanos Pinto”, AFR nº 1.
“La íntima conexión entre Parapsicología
y Ovnilogía”, AFR nº 4
“El duende de “La Aurora”, AFR nº 5
“La fotografía psíquica entre la Parapsicología
y los OVNIs”, AFR nº 9
“Más Allá del Umbral” AFR nº 40
“Caso Federación: ¿aterrizaje extraterrestre o
presencia de elementales?” AFR nº 41
“La experiencia de abducción como iniciación esotérica”,
AFR nº 52
“Contactados y revelaciones”, AFR nº 64
“Reflexiones sobre el origen extradimensional de los OVNIs”,
AFR nº 67
“Percepciones modificadas de otra realidad: profundizando en
la búsqueda de sentido al fenómeno OVNI”, AFR
nº 69
“Introducción a la Sabifuría Antigua, o el error
de enfoque de las religiones contemporáneas. Una alternativa
ovnilógica”. AFR nº 99
“Ocultismo: un atajo a las estrellas”, AFR nº 101
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