Hay algo curioso en los temas paranormales. No se trata de
lo peculiar de estos fenómenos, de lo increíble que parecen ser ni de
su posibilidad de ser reales, o no, algunos de ellos. Es algo más humano
y más cotidiano que lo que implican este tipo de fenómenos que, se suponen,
no solo están fuera de lo que conocemos y que ya la ciencia da por cierto,
que se supone son hechos que rayan en lo inverosímil algunas veces y que
deberían ser lo más sorprendente que podríamos imaginar. Lo curioso es
el creciente número de personas que dedican parte de su vida, horas de
su tiempo y esfuerzo mental y físico a criticar y desprestigiar lo paranormal
y todo lo que implica o a quienes se involucran a estudiarlos. Personas
que atacan lo que se supone que no existe, como ellos mismo aducen, y
que, paradójicamente quedan en peor posición que quienes dedican su vida
a investigar y estudiar esta fenomenología, pues, por lo menos, creen
en su existencia.
Lo absurdo, curioso e
irrisorio de la actitud de los llamados a sí mismo escépticos, es el que
pasen horas escribiendo o hablando acerca de algo de lo que, se supone,
están convencidos de que no existe. No sé hasta qué punto pueda creerse
en que los fenómenos paranormales son reales o no, ni cuánto estén algunos
dispuestos a defenderlos, cual defiende un credo o religión, pero lo que
si pongo en duda es la objetividad y certeza de quien ataca la nada, lo
inexistente, lo que no puede verse ni asumirse como real, según sus propios
adjetivos y definiciones de lo paranormal.
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Creo que todos pueden
comprender que el interés por distintas vertientes del conocimiento y
el quehacer humanos, despierten pasiones que lleven a muchos a entregar
su vida, su tiempo y todo aquello que sean capaces de dar, para estudiarlo,
comprenderlo, investigarlo o simplemente dedicarse a saber más sobre ello.
Pero que un grupo de personas haga revistas, listas de correo, libros,
conferencias, periódicos, programas de radio, reuniones, etc., un largo
etcétera por cierto, solo para criticar lo que, repito, para ellos, no
existe, es algo que escapa a cualquier razonamiento. |
Es comprensible
que un grupo de personas piense que Dios existe, que otros crean que los
extraterrestres nos observan, nos raptan y nos entregan mensajes; que
otro más considere que un ser humano, como cualquiera, fue señalado por
algún Dios o algo semejante para guiarle en el sendero del conocimiento,
aunque muchas veces el final de éste camino sea la locura, la subyugación
o la muerte; que además existan quienes piensen que la verdad está en
un libro sagrado o quizás escrito en las constelaciones por alguna increíble
combinación de factores universales que lo permiten; que otros tantos
asuman que comunican con quienes han muerto o con seres fantásticos que
además les salvan cuando los necesitan porque siempre tienen uno a su
lado a su exclusiva disposición y servicio y un, nuevamente, largo etcétera.
También es comprensible que otros tantos no crean en nada de esto, pero
lo que se hace difícil de entender es que, aun así, dediquen tanto tiempo
a desprestigiar, insultar, ofender, criticar malsanamente, durante horas
y días de su vida a quienes creen en lo que desean creer, tal y como están
en su derecho de seres humanos libres y pensantes, por más que su creencia
nos parezca absurda o inverosímil en algunos casos, cuando no fuera de
toda proporción.
Pero quizás,
como en muchos otros casos, la motivación no sea tan difícil de dilucidar,
pues bien sabemos que muchos de estos profesionales del escepticismo
obtienen ganancias económicas a través de la publicación de libros,
entrevistas, conferencias y demás, cuando no satisfacen su ego al
ver su nombre en revistas, artículos, programas de radio o televisión.
Otra cosa son quienes les siguen, tal como los fieles siguen a
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sus líderes
sectarios y no sólo pierden la oportunidad de pensar por sí mismos,
sino que pierdan su identidad por asumir una que solo se ve y se escucha
a sí misma.
Es esta una interesante forma de clonarse a sí mismo muchas veces
a través de seguidores que defenderán con toda su voluntad las críticas
que su líder haga, por más que esté fuera de toda lógica y sentido
común. Y esto cuando no se trata de personas que frustradas por su
incapacidad para distinguirse en otras áreas se limitan a vivir del
trabajo de otros, ya que si su dedicación fuese la denuncia de fraudes
o engaños, otra sería la historia y sería no sólo comprensible el
tiempo dedicado a estos temas y su postura antes ellos, sino respetable.
Pero cuando se trata de explotar el trabajo de otros, falseando los
datos, insultando y ofendiendo sin bases, solo para obtener ganancias
a través de quienes sí viven para investigar e indagar aún más en
la realidad, o no, de estos fenómenos, entonces su actitud más que
criticable se convierte en tristemente mediocre. |
James Randi. Muchos pseudo
escépticos se limitan a repetir sus
palabras
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Quizás lo paranormal
ejerce alguna fascinación que nos atrae a todos de una u otra forma: a
algunos les lleva a investigar, a otros a creer ciegamente, a otros a
curiosear y a otros a desprestigiar lo que ni siquiera conocen. Y es que no
sólo hay sectas de descreídos y acérrimos atacantes de la temática nueva
era, sino también grupos de personas que, lamentablemente, caen seducidos
por lo que se supone que la temática espiritual o paranormal son, significan
o implican.
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Miles de personas creen fielmente lo que
Brian Weiss ha escrito en sus libros, dejando
en sus manos ciegamente parte de sus vidas
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Aquellos que
leen algún libro sobre la reencarnación y caen inmersos en el sueño
de lo que fueron en vidas pasadas, pagan a otros por sus servicios
para que les enseñen los detalles de pasadas existencias y les asegure,
de esta forma, que sus problemas no radican en su forma de actuar
o pensar presente, sino en algo tan lejano y tan fuera de sus vidas
actuales que les permite descargarse de toda responsabilidad. Y es
que su peor conducta en el presente, su fobia o su neurosis no está
provocada por lo que han hecho o dejado de hacer, sino porque alguna
vez, en algún tiempo, con algunas otras personas, algo les ocurrió
y hoy viven o sufren las consecuencias. Es un camino facilista que
evita el autoexaminarse y el poner parte de sí mismos para solventar
lo que esté mal en cada uno. |
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Pero no se
trata de vidas pasadas o reencarnación, sino de creer ciegamente en aquello
que nos sirve en el momento para llenar vacíos y darnos explicaciones
que necesitábamos, dejando de lado el criterio y el sentido común. Entendiendo
que la nueva era, la fenomenología paranormal y todo lo relacionado con
ello es la solución a nuestras dudas, problemas y vacíos interiores, sin
detenerse a considerar la verosimilitud de cada concepto, experiencia
o idea que cualquiera ponga ante nosotros. Pensando que quien se dice
parapsicólogo, brujo, mago, terapista de vidas pasadas y cualquier otra
cantidad de autotitulaciones, no solo lo es, sino que debe saber mucho
y por eso hemos de creerle y seguir sus directrices o estar de acuerdo
con sus palabras y con todo aquello que nos proponga.
Sin embargo, no solo
se trata de dejar en manos de otros, la mayoría de las veces ineptos,
nuestras vidas o decisiones, así como las respuestas a nuestros más importantes
interrogantes, sino también parte de nuestro dinero, pues estas personas
se convierten en explotadores de temores, necesidades y creencias de quienes
les buscan, muchas veces, sin saber ni tan siquiera qué quieren encontrar.
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No se trata de
una crítica a la nueva era, ni a la necesidad que muchos sienten
de seguir el camino espiritual, de investigar la fenomenología paranormal
o ufológica, por ejemplo, sino, por el contrario, de la necesidad
de darnos cuenta que ambos extremos, el escepticismo mal empleado
y entendido, y la creencia ciega y falta de juicio, son dos polos
que llevan a una misma posición: estar atados a lo paranormal, a
la nueva era y a toda esta temática con un juicio cerrado a cualquier
opinión diferente, dejando de lado la posibilidad de aprender más,
comprender mejor u obtener el verdadero beneficio que toda esta
información tiene para dar.
Y es que una vez que nos plantamos en una posición y la damos por
real, nos negamos a discutirla, creemos en lo que queremos creer
y no en lo que los hechos y experiencias nos puedan mostrar como
contrario, hemos cruzado una línea que difícilmente pueda permitirnos
cruzarla de regreso y nos convertimos en esclavos de un sector de
nuestra mente que, por algún motivo, se ha encaprichado con solo
una parte de la realidad.
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James Randi en una de sus demostraciones
"científicas"
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