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EL EXORCISTA, LA VERDADERA HISTORIA
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El arzobispado local ha eludido en diversas ocasiones la entrega de los documentos oficiales respecto a este caso, "por razones serias y validas" según sus propias palabras, pero nunca ha negado su existencia. Hoy, sin embargo, conocemos todos los detalles gracias a Tomas B. Allen quien, cuarenta años después, consiguió que el padre Halloran – uno de los nueve jesuitas que asistieron a Bowdern – le facilitara un diario del exorcismo. Este escrito fue hallado en 1978, durante las obras del hospital de los hermanos de los pobres de Saint Louis, en una de cuyas habitaciones, clausurada hasta esa fecha, se produjo el exorcismo último y definitivo. Se trata de veintiséis páginas mecanografiadas en las que se recogen los testimonios de 48 personas que asistieron a la víctima y contemplaron de cerca su endiablado estado. El maligno se manifiesta Todo empezó con el ruido de un suave goteo en casa de los Mannheim – los nombres son falsos –, en Mount Rainier (estado de Washington). Allí vivía Robbie, un chico de 13 años, con su abuela materna, su madre y su padre. El persistente sonido se inició un sábado por la noche. El niño y su abuela se hallaban solos y realizaron una gira por las habitaciones buscando el origen del ruido. Al entrar en el dormitorio de la anciana, vieron que en un cuadro en el que se representaba a Jesús estaba torcido y se movía como si alguien golpeara la pared tras él. El goteo cesó para dar paso al chirrido de unos arañazos tras la pared, "como si una garra rascara la madera". Los arañazos continuaron oyéndose durante once días. Comenzaban hacia las siete de la tarde y paraban a media noche. Curiosamente, se detuvieron el día en que murió Harriet, una tía espiritista de Robbie, que había enseñado al muchacho a manejar el tablero ouija. A partir de aquel momento, Robbie pasaba horas enteras jugando con la ouija, intentando entrar en contacto con su querida tía difunta. Fuera ésta o no la causa de la posesión, el hecho es que los fenómenos paranormales comenzaron a producirse a su alrededor sin interrupción. Al irse a dormir oía pasos junto a su cama y, durante el día, objetos y muebles pesados se deslizaban por el aire o se volcaban solos. Sus parientes podían ver girar vertiginosamente las sillas en que Robbie se sentaba. Él insistía en que no era culpa suya. Pero la fenomenología crecía y llegó a un punto de paroxismo la noche en que, para ahuyentar el miedo del chico, su abuela y su madre se acostaron con él. De pronto el colchón levitó y colcha y sábanas – completamente estiradas – se elevaron ante sus ojos como si algo invisible tirara de las esquinas.
Es sabido que la posesión
demoníaca se manifiesta, progresivamente, de tres formas: infestación
(el demonio actúa sobre la materia circundante y produce fenómenos telequinéticos
de toda índole); obsesión (atormenta a la víctima sin hacerla perder el
conocimiento pero de modo evidente); y posesión (invade el cuerpo de la
persona y lo trata como propiedad suya). Para Schulze, Robbie estaba a
punto de pasar a la tercera fase,
así que recomendó a la familia consultar a un sacerdote católico: "Ellos
entienden de estas cosas". Y es que, mientras las iglesias luteranas no
conceden ninguna credibilidad teológica a la existencia del demonio, la
católica tiene una larga tradición de exorcismos que se remonta a los
realizados por Jesús. Además, desde los comienzos de la Cristiandad, cuentan
para practicarlos con un ritual que se formalizó en 1614 bajo el nombre
de Rituale Romanum.
Y es que en el Rituale
se dice expresamente
que "el sacerdote designado para hacer un exorcismo, además de distinguirse
por su piedad, prudencia y vida íntegra, debe ser inmune a cualquier ansia
de engrandecimiento personal y no confiar en su poder sino en el divino,
así como de edad madura y reverenciado no sólo por su cargo sino por sus
cualidades morales". Características todas ellas que Hughes, a sus 29
años de edad, no había tenido tiempo de reunir. Tampoco siguió el joven
párroco otra instrucción del ritual, a saber: "Recurrir a un estudio profundo
del asunto (...) examinando los autores aprobados y los casos producidos".
Quizá por todo ello, aunque realizó una confesión general, ofreció misa
y oraciones especiales e incluso ayunó, el exorcismo resultó trágico. Hughes se arrodilló junto a la cama con el ritual en las manos, recitó la Letanía de los Santos en latín y luego el Padre Nuestro con el que comienzan las oraciones propias del exorcismo, pero al decir "Mas líbranos del mal", Robbie logró desasir una de sus manos y aflojar una pieza del somier... La monja y el auxiliar presentes oyeron de pronto un alarido de Hughes... Robbie había rajado el brazo izquierdo del sacerdote desde el hombro hasta la muñeca. Alguien dijo que para cerrar la herida fueron necesarios más de 100 puntos. El exorcismo no prosiguió. Hughes sufrió una crisis nerviosa y abandonó Mount Rainier durante un tiempo. Jesuitas en acción Las murmuraciones de los vecinos, la desesperación o el hecho de que el cuerpo de Robbie empezara a actuar como un tablero ouija formando palabras con arañazos, fueron el detonante para que sus padres se trasladaran a St. Louis, donde tenían parientes. Allí, la familia pidió consejo al padre J. Bishop, profesor de teología. Bishop habló con sus superiores y parece que la
comunidad jesuita se hizo cargo del asunto. El 9 de marzo, éste visitó
por primera vez a los Mannheim. Les interrogó sobre lo sucedido y realizó
aspersiones con agua bendita por toda la casa. Especialmente en el dormitorio
de Robbie, donde además practicó un exorcismo simple y colocó una reliquia
de Santa Margarita sobre la almohada. Todo fue inútil. La reliquia salió
disparada y rompió un espejo y el propio Bishop presenció el frenético
movimiento de la cama de Robbie y los arañazos que aparecieron en su cuerpo.
Al día siguiente habló con el padre William S. Bowdern, jesuita de 52
años, responsable de la iglesia de San Javier y considerado como un hombre
santo por quienes le conocían. Por indicación del arzobispo Ritter, habría
de ser Bowdern quien llevara a cabo el exorcismo.
debatió entre
violentísimas contorsiones. Luego, dijo con calma: "Se ha ido". Miró a
los sacerdotes y aseguró sentirse bien. Todos se felicitaron. Todos menos
Bowdern, que ya no se fiaba del maligno y esperaba una señal característica
del final exitoso del exorcismo. Robbie contó que había visto en sueños
como el arcángel se había encarado con el diablo haciéndole retroceder
hacia una cueva cerrada con barrotes en cuya entrada estaba la palabra
spite. Cuando los demonios desaparecieron, notó como si algo tirara de
su estómago. Luego se sintió relajado y feliz como no lo había estado
desde el 15 de enero. A la mañana siguiente comulgó en la capilla del
hospital. Por la tarde durmió una larga siesta. Cuando despertó parecía
no recordar nada de su penosa experiencia. "¿Dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido?",
preguntó. En esos momentos, una explosión resonó en todo el hospital.
Era la señal que Bowdern esperaba. Cuando Robbie salió del hospital, su
habitación fue clausurada con llave. En el cajón de la mesilla permaneció
el diario de Bishop hasta ser hallado en 1978. La casa donde se iniciaron los hechos fue quemada durante un ejercicio de bomberos. Hoy tan sólo queda el solar, pero nadie quiere comprarlo. A pesar de las amenazas de muerte prematura que el demonio hizo a los exorcistas, el padre Bowdern murió en 1983 con 86 años y Bishop en 1978 con 72. En cuanto a Robbie, su vida transcurrió con normalidad. Se casó y tuvo dos hijos. No tuvieron tanta suerte algunas de las personas implicadas en el rodaje del film, William Friedkin, el director, recibió numerosas amenazas por parte de grupos satanistas. Cuatro miembros del equipo murieron en misteriosas circunstancias. La desaparición de objetos – incluidas varias cintas con escenas ya filmadas – era frecuente. En fin, tal cúmulo de desgracias que ha llevado a algunos a sugerir que sobre la película pesa una maldición. Parapsicología, psiquiatría y posesión Algunos psiquiatras creen que los "endemoniados" son víctimas de esquizofrenia o personalidad múltiple, ocasionada por abusos sexuales sufridos en la infancia. Otros sugieren que se debe al síndrome de Gilles la Tourette, cuyos afectados maldicen, gruñen y se retuercen de manera incontrolada; aunque este mal es incurable y la posesión, sin embargo, se cura. Por su parte, la doctora Judith L. Rapoport lo achaca al desorden obsesivo compulsivo (OCD). El padre Martínez Sierra, teólogo y profesor de la Universidad de Comillas (Madrid) ha declarado que "antes de determinar si alguien está poseído o no, hay que desterrar absolutamente una posible enfermedad mental o la existencia de fenómenos parapsicológicos. Por eso, antes de aprobar un exorcismo se exigen informes de psiquiatras y parapsicólogos. Tan sólo si la persona presenta varias de las características señaladas por el ritual (aversión exagerada a lo sagrado, conocimiento de cosas ocultas o de lenguas ignoradas, y fuerza sobrehumana) puede tratarse el caso como una posesión. En cualquier caso, al demonio no le es preciso llegar a ésta para dificultar el reinado de Dios".
Además, durante la posesión, las convulsiones y crisis de violencia van en aumento, en lugar de disminuir, como ocurre con los enfermos mentales, y simultáneamente a ellas aparece una nueva identidad que razona y contesta coherentemente. En todo caso, no deja de ser curioso que este extraño síndrome demonopático de disociación de la personalidad, con el que numerosas personas acuden a las consultas de los psiquiatras desaparezca para siempre con una oración litúrgica, cuando desde un punto de vista psiquiátrico, con el exorcismo se debería reforzar la sugestión del enfermo. Por supuesto que algunas personas pueden fingir que estan poseídas, pero para desenmascararlos basta decir el fragmento de un discurso de Cicerón en latín; si se agitan frenéticamente, entonces el sacerdote puede enviarlos con tranquilidad al psiquiatra. Es absurdo también – nos explica Fortea – sostener, como hacen algunos, que los posesos liberados por Jesús padecían en realidad enfermedades diversas. "Nunca se utiliza en los Evangelios la palabra posesión como sinónimo de enfermedad. Y además, si Jesús no creía en la posesión, ¿por qué no nos confirmó que estábamos en un error? Por el contrario, en Lucas 13,32 Jesús mismo se atribuye el poder de expulsar demonios y lo distingue de la virtud de curar enfermos. En realidad Jesús es el Gran Exorcista, y la Era Mesiánica se distingue por que al fin los demonios pueden ser expulsados del Reino de Dios". Ayudante del padre Amorth en Roma, Fortea, para quien "el demonio no tiene cuerpo, tan sólo se manifiesta a través del cuerpo invadido", tuvo la oportunidad de asistir a varios exorcismos. "Lo que ocurre en una posesión es algo más moderado y sorprendente a la vez que lo relatado en la película El Exorcista. No es usual que en un mismo caso se reúna toda la fenomenología que se produjo durante el caso en que se basó el film; normalmente el poseso se limita a blasfemar ante lo sagrado, caer en trance y poner los ojos en blanco, además de agitar los brazos mientras se le dicen las oraciones. Pero puedo asegurar que algo maligno emana de la persona". Opinión de la IglesiaEl hecho de que Juan Pablo II tuviera que hacer frente, en septiembre de 2000, a una joven endemoniada, ha puesto de actualidad el fenómeno de la posesión diabólica. La Iglesia admite la existencia del diablo y, aunque no es un dogma de fe, también acepta que el maligno tiene poder para poseer a una persona. Así, en el Nuevo Catecismo se lee: "El exorcismo esta dirigido a la expulsión de los demonios o a la liberación de una posesión demoniaca a través de la autoridad espiritual que Cristo confió a su Iglesia". En Italia, la cifra de supuestos posesos debe ser muy elevada, pues la Conferencia Episcopal de este país ha pedido a los párrocos más rigor selectivo a la hora de reclamar exorcismos. Asimismo, ha decidido imprimir cuanto antes en versión italiana el Rituale Romanum, revisado en 1998 par la Congregación del Culto Divino. En él hay algunas oraciones para rezar en solitario contra el maligno. Por su parte, el padre Gabriele Amorth, con más de 50.000 exorcismos a sus espaldas, ha declarado que "el mundo esta lleno de demonios dispuestos a adueñarse de personas, animales y cosas. Y existen varias vías: el ocultismo, los cultos satánicos y los maleficios". De la misma opinión es el padre Suñer, exorcista durante cuatro años de la diócesis de Barcelona: "Cualquier práctica esotérica puede permitir que el demonio entre en una persona si ésta invoca a Satanás".Rituale Romanum Entre las reglas a seguir por el exorcista que se indican en el Rituale Romanum de la Iglesia Católica para expulsar al diablo estan: Colocar un crucifijo ante la vista del poseso
o en sus propias manos. Ponerle reliquias y medallas. Pero no acercarle
demasiado la Santa Hostia pues puede maltratarla.
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