El historiador griego Heródoto de Halicarnaso (484-425 a.C.) es conocido por el apoteósico título de Padre de la Historia. Título bien merecido, por cierto, porque hasta donde sabemos, él inventó la Historia tal y como la conocemos. Antecedentes existían, incluyendo un libro de Hecateo de Mileto hacia el año 550 a.C., pero Heródoto es el primero que trasciende la mera descripción geográfica acompañada de noticias históricas, para tratar de encontrar las razones, causas y circunstancias de los acontecimientos. De ahí que Heródoto califique a su propia obra como Historia («historié», en griego, significa «averiguación», «investigación»).
Eso sí, el estilo de Heródoto y su manera de estructurar los datos, resulta un poco compleja para el lector de hoy. Como bien señala C. M. Bowra, esto se debe no sólo a que faltaban algunas herramientas básicas para el libro de hoy, como los mapas, los gráficos o las notas a pie de página, sino también a que los relatos de Heródoto no estaban destinados a ser leídos, sino ESCUCHADOS. A la edad de veinte años, probablemente por motivos políticos, Heródoto debió abandonar su ciudad natal de Halicarnaso, y emprendió un largo viaje por Oriente, que le tomó ocho años completos. Viajó por Egipto, Palestina y Mesopotamia, y quizás llegó incluso hasta la India. Sus «Nueve libros de la Historia», o simplemente «Historia» como se le conoce también, es el resultado de dichos vagabundeos. Lo leyó en público por primera vez en el año 456 a.C., con ocasión de los Juegos Olímpicos, y después hizo de esto una especie de modus vivendi, transformándose en un narrador de historias para sus diversos públicos. Como erudito, fue consultado incluso por Pericles, el más importante estadista de Atenas, respecto de asuntos de política extranjera. Alabado por muchos, criticado a veces por su credulidad, corregido minuciosamente por historiadores modernos cuando éstos tienen otras fuentes a la mano, lo cierto es que Heródoto sigue siendo una fuente capital de conocimientos sobre el mundo antiguo, que de otra manera yacerían irremisiblemente perdidos para nosotros.
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