Colección Cuentos Cortos de José Saramago
Hacedor (y buscador) de islas imposibles, pregonero de raíces, cultivador de miradas y cegueras, inventor de asuetos para la muerte, escritor (y lector) autodidacta, de los que van creciendo con cada página, de los que saben saborear cada palabra… Saramago era, él solo, muchos personajes rendidos ante el carisma del protagonista. Prefirió explotar su pasado como cerrajero para forzar la puerta de la libertad — a la que sólo se tiene acceso desde los pasillos de la imaginación — que para hacerle una copia al manojo de llaves de San Pedro. Y por convicciones como esa en estas andamos hoy, cinco años después de su fallecimiento, hablando de quien no hace falta recordar porque nunca se olvida. De hecho, sigue publicando: a sus obras póstumas Claraboya (escrita en los años 50 pero nunca antes publicada) y Alabaradas (la novela inacabada en la que trabajaba cuando falleció) se le suma ahora la presentación de El fin de la paciencia, una adaptación teatral que había realizado junto al dramaturgo Costa Ferreira basada en el relato “Cosas”, del libro Casi un objeto.
1.- Su nombre
Debería haberse llamado José de Sousa pero por obra y gracia del funcionario de turno (del que dijo en más de una ocasión que estaba ebrio) se añadió su mote familiar al nombre. Un apodo, Saramago, que, por cierto, a su padre le desagradaba enormemente.
2.- El Nobel único
Recibió numerosos reconocimientos a lo largo de su vida, aunque sin duda, los más destacados fueron el Premio Camoes (equivalente al Premio Cervantes de los hispanos en la literatura portuguesa) y el premio Nobel de Literatura, galardón que obtuvo en 1998 y con el que se convirtió en el único portugués que lo ha recibido hasta la fecha.
3.- Una infancia sin libros
Saramago confesó en más de una ocasión que en su casa sólo recordaba un libro en la estantería: A Toutinegra do Moinho, de Émile Richerbourg.
4.- 30 años de silencio (editorial)
Tras la publicación de su primera novela en 1947, Tierra de Pecado, no volvería a conseguir publicar su siguiente libro hasta treinta años después, con Manual de pintura y caligrafía. Pero no alcanzaría la fama hasta los años 80, con Memorial del convento y El año de la muerte de Ricardo Reis.
5.- Un ateo que enamora a los teólogos
Sus tensiones con la Iglesia y lo que representa fueron manifiestas, especialmente tras la publicación de su libro El evangelio según Jesucristo a principios de los 90, tachado de blasfemo y considerado una provocación. Sin embargo, teólogos como Juan José Tamayo no han dejado de admirar y subrayar la belleza de la definición de “El Creador” que propuso Saramago: “Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio”.
Afilar el Hacha
En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de obtener trabajo. Habló con el responsable y éste, al ver el aspecto y la fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensárselo y le dijo que podía empezar al días siguiente.
Durante su primer día en la montaña trabajó duramente y cortó muchos árboles.
El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue escasamente la mitad del primer día.
El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aun así, los resultados fueron nulos.
Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó:
-¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?
El joven respondió:
-Realmente, no he tenido tiempo… He estado demasiado ocupado cortando
árboles…
Cruzando el Río
Un anciano maestro zen y dos discípulos andaban en paz y silencio por un largo camino. Hacia el miediodía llegaron a un río y vieron a una chica muy guapa sentada tranquilamente con los pies puestos en el agua. La chica contemplaba receptiva y seductora a los tres caminantes.
Los dos discípulos empezaron a mostrarse nerviosos ante tanta belleza. Los dos quedaron embelesados por el atractivo radiante del cuerpo de la chica y por la brillantez de su mirada. Poco a poco se fueron acercando, dejando al maestro en un segundo plano.
Ella, con actitud seductora, les miró y les dijo:
-¿Quién de los dos podría ayudarme a cruzar el río?…
Los dos muchachos se miraron y dirigieron un gesto interrogando al maestro que observaba lo que estaba pasando. El maestro lanzó una mirada profunda a cada uno de ellos sin decir nada. Después de un largo y tenso minuto de dudas, uno de los discípulos avanzó, y cogiendo a la mujer en brazos, la ayudó a cruzar el río entre sonrisas, caricias y mucha complicidad.
Una vez llegaron al otro lado del río se dieron un beso tierno y se despidieron sin dejar de mirarse. El joven se dio media vuelta y continuó el camino con el otro discípulo y el maestro.
El discípulo que se había quedado junto al maestro no dejaba de lanzar interrogadoras miradas al silencioso e impasible anciano que solo observaba. Pasaban las horas mientras avanzaban silenciosos por las montañas y valles. El discípulo que no había cruzado el río junto a la muchacha, realmente lo estaba pasando muy mal. Pero no decía nada.
Por la noche, cuando llegaron a casa, sus movimientos delataban su estado interno: se quemaba con el fuego que encendía, se le caía el vaso de agua que sostenía entre sus manos, tropezaba con la raíz de un árbol del jardín… Su mirada siempre encontraba el rostro impasible y ecuánime del anciano, que lo observaba sin emitir juicio ni palabra.
Tres días después, la tensión llegó a ser tan dura, que el chico se dirigió hacia el maestro y le dijo con rabia:
-¿Por qué no le has dicho nada a mi hermana, que rompiendo las reglas de la sobriedad ha encendido el fuego del erotismo con aquella chica del río?, ¡¿por qué?!, ¡¿por qué no le has dicho nada?!… ¡¡Y no me digas que la respuesta está en mi interior porque ya no puedo escuchar ni ver nada con claridad!!, ¡necesito entender!, dame una respuesta, por favor.
El anciano, dedicándole una mirada integral de rigor y benevolencia, le respondió con serenidad y contundencia:
-Tu hermano ha tomada la mano de aquella mujer a un lado del río, y la ha soltado cuando ha llegado al otro lado. Tú has tomado la mano de aquella mujer a un lado del río, y aún no la has soltado.
El Cielo y el Infierno
-Anciano díganos: ¿qué diferencia hay entre el cielo y el infierno?…
-Veo una montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay muchos hombres y mujeres con mucha hambre. Los palos que utilizan para comer son más largos que sus brazos. Por eso cuando cogen el arroz no pueden hacerlo llegar a sus bocas. La ansiedad y la frustración cada vez van a más.
Más tarde, el sabio proseguía: -Veo también otra montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay muchas personas alegres que sonríen con satisfacción. Sus palos son también más largos que sus brazos. Aun así, han decidido darse de comer unos a otros.
La Farmacia
-A ver Nasrudín… Tú eres un hombre muy capaz y sabes mucho sobre las propiedades medicinales de las hierbas. Podrías abrir una farmacia..
Nasrudín volvió a su casa, le estuvo dando vueltas a la cuestión durante unos días, y finalmente se dijo: «Sí, es una buena idea, creo que soy capaz de ser farmacéutico». Claro que Nasrudín estaba pasando por una época en la que deseaba ser muy prominente e importante. «No solo abriré una
farmacia que se ocupe de
hierbas. Abriré un establecimiento enorme y produciré un gran impacto…».
Entonces compró un local, instaló los estantes y vitrinas, y cuando llegó el momento de pintar la fachada colocó un andamio, lo cubrió con sábanas, y se puso a trabajar sin que nadie pudiera ver nada. A nadie le dejó ver cómo estaba pintando la fachada y qué nombre pondría a la farmacia.
Después de unos días distribuyo panfletos que decían: «Mañana es el gran día. Inauguración: mañana a las 9».
Todas las personas del pueblo y de los pueblos de los alrededores vinieron y se concentraron expectantes frente a la farmacia.
Debajo, con letras más pequeñas: «Armonizada con influencias planetarias».
La gran mayoría de personas que asistieron a la inauguración quedaron muy impresionadas. Aquel día hizo mucho negocio, la gente no dejaba de comprar. Por la tarde el maestro de la escuela del pueblo le visitó y le dijo:
-Francamente Nasrudín, estas afirmaciones que usted hace son un poco dudosas…
-¿Dudosas por qué? -respondió Nasrudín-.
-Eso de cósmica y galáctica, y armonizada con influencias planetarias, francamente…
-No, no, no, no… -dijo Nasrudín- Todas las afirmaciones que yo hago sobre las influencias planetarias son absolutamente ciertas. Cuando sale el sol, abro la farmacia. Cuando el sol se pone, la cierro.
Las Llaves de la Felicidad
Para llevar a cabo la gran broma, antes que nada, determinaron cuál sería el lugar que a los seres humanos les costaría más llegar. Una vez averiguado, depositarían allí las llaves de la felicidad.
-Las esconderemos en las profundidades de los océanos -decía uno de ellos-.
-Ni hablar -advirtió otro-. El ser humano avanzará en sus ingenios científicos y será capaz de encontrarlas sin problema.
-Podríamos esconderlas en el más profundo de los volcanes -dijo otro de los presentes-.
-No -replicó otro-. Igual que sería capaz de dominar las aguas, también sería capaz de dominar el fuego y las montañas.
-¿Y por qué no bajo las rocas más profundas y sólidas de la tierra? -dijo otro-.
-De ninguna manera -replicó un compañero-. No pasarán unos cuantos miles de años que el hombre podrá sondear los subsuelos y extraer todas las piedras y metales preciosos que desee.
-Tonterías -replicó otro de los presentes-. Todos sabemos que los humanos no tardarán mucho en volar. Al poco tiempo encontrarían las llaves de la Felicidad.
Un gran silencio se hizo en aquella reunión de dioses. Uno de los que destacaba por ser el más ingenioso, dijo con alegría y solemnidad:
-Esconderemos las llaves de la Felicidad en un lugar en que el hombre, por más que busque, tardará mucho, mucho tiempo de suponer o imaginar…
-¿Dónde?, ¿dónde?, ¿dónde? -preguntaban con insistencia y ansiosa curiosidad los que conocían la brillantez y lucidez de aquel dios-.
-El lugar del Universo que el hombre tardará más en mirar y en consecuencia tardará más en encontrar es: en el interior de su corazón.
Todos estuvieron de acuerdo. Concluyó la reunión de dioses. Las llaves de la Felicidad se esconderían dentro del corazón de cada hombre.…
Perlas de Sabiduría
persona para crear mi propia sabiduría y compartirla con los demás…
Cómo hacer para publicar cuentos cortos en esta página?
Hola Nelson, te respondemos por mail.
Saludos
Quien haya leído a Saramago se da cuenta de una que esos cuentos no son de Saramago
Muy buenos!! Hasta ahra no había leído nada de él!!
Muchas gracias por tu comentario Sandra. Nos hace feliz que encuentres útiles nuestros contenidos. Recomiendanos a tus amigos. Un abrazo !
EXCELENTES CUENTOS CORTOS DE ESTE GRAN AUTOR. GRACIAS ES LO QUE ESTABA BUSCANDO PARA NARRAR-
Hola Marta, muchas gracias por tu amable comentario. Esperamos que disfrutes nuestros contenidos y lo recomiendes a tus amigos. Un abrazo ! Saludos