EL RENACUAJO PASEADOREl hijo de Rana, Rinrín Renacuajo, salió esta mañana, muy tieso y muy majo. Con pantalón corto, corbata a la moda, sombrero encintado y chupa de boda. «¡Muchacho, no salgas!» Le grita mamá. Pero él hace un gesto y orondo se va. Halló en el camino a un ratón vecino. Y le dijo: «¡Amigo! venga, usted conmigo. Visitemos juntos a doña Ratona y habrá francachela y habrá comilona». A poco llegaron, y avanza Ratón. Estirase el cuello, coge el aldabón. Da dos o tres golpes, preguntan: «¿Quién es?» «–Yo, doña Ratona, beso a usted los pies». «¿Está usted en casa?» –»Sí, señor, sí estoy: y celebro mucho ver a ustedes hoy; estaba en mi oficio, hilando algodón. “Pero eso no importante; bienvenidos son». Se hicieron la venia, se dieron la mano, y dice Ratico, que es más veterano: «Mi amigo el de verde rabia de calor, démele cerveza, hágame el favor». Y en tanto que el pillo consume la jarra mandó la señora traer la guitarra y a Renacuajito le pide que cante versitos alegres, tonada elegante. «–¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora, pero es imposible darle gusto ahora, que tengo el gaznate más seco que estopa y me aprieta mucho esta nueva ropa». «–Lo siento infinito, responde tía Rata, aflójese un poco chaleco y corbata, y yo mientras tanto les voy a cantar una cancioncita muy particular». Mas estando en esta brillante función. De baile y cerveza, guitarra y canción, la Gata y sus Gatos salvan el umbral, y vuélvase aquello el juicio final. Doña Gata vieja trinchó por la oreja al niño Ratico maullándole: «Hola» y los niños Gatos a la vieja Rata uno por la pata y otro por la cola. Don Renacuajito mirando este asalto Tomó su sombrero, dio un tremendo salto, y abriendo la puerta con mano y narices, se fue dando a todos «noches muy felices». Y siguió saltando tan alto y aprisa, que perdió el sombrero, rasgó la camisa, se coló en la boca de un pato tragón y éste se lo embucha de un solo estirón. Y así concluyeron, uno, dos y tres, ratón y Ratona, y el Rana después; los gatos comieron y el Pato cenó. ¡Y mamá Ranita solita quedó! JUAN MATACHÍN¡Mírenle la estampa! Parece un ratón que han cogido en trampa con ése morrión. Fusil,cartuchra, tambor y morral, tiene cuanto quiera nuestro general. Las moscas se espantan así que lo ven, y él mismo al mirarse se asusta tambien. Y a todos advierte con lengua y clarín: «¡Ay de aquél que insulte a Juan Matachín!». LA MARRANA PERIPUESTAViénele a un mono la chusca idea De ornar con flores a una marrana, Y ella al mirarse ya tan galana, Envanecida se contonea. Y a cuantos mira grúñeles: ¡ea! ¡paso a la venus! ¡todos atrás! ¡ah! dijo el zorro: siempre eres fea; pero adornada: ¡mil veces más. LA MEMORIAOh perfecto presente del pasado, vida de tanto amado ausente y muerto, que poblando aquel fúnebre desierto burlas del tiempo el hierro despiadado! En mi hoy, más prosaico y desolado que el muerto ayer, me ofreces más de un puerto do a buscar vuelvo en mi soñar despierto un asilo poético y sagrado: un temple a cuya entrada unjo con llanto el corazón, y en otro mundo, el eco de inolvidables voces, oro y canto. ¿Será tal fruición juego, embeleso y no fiel prenda, misterioso rito, aurora boreal de lo infinito? LA POBRE VIEJECITAÉrase una viejecita sin nadita que comer sino carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez. Bebía caldo, chocolate, leche, vino, té y café, y la pobre no encontraba qué comer ni qué beber. Y esta vieja no tenía ni un ranchito en qué vivir fuera de una casa grande con su huerta y su jardín. Nadie, nadie la cuidaba sino Andrés y Juan y Gil y ocho criadas y dos pajes de librea y corbatín. Nunca tuvo en qué sentarse sino sillas y sofás con banquitos y cojines y resorte al espaldar. Ni otra cama que una grande más dorada que un altar, con colchón de blanda pluma, mucha seda y mucho holán. Y esta pobre viejecita cada año hasta su fin, tuvo un año más de vieja y uno menos que vivir. Y al mirarse en el espejo la espantaba siempre allí otra vieja de antiparras, papalina y peluquín. Y esta pobre viejecita no tenía qué vestir sino trajes de mil cortes y de telas mil y mil. Y a no ser por sus zapatos chanclas, botas y escarpín, descalcita por el suelo anduviera la infeliz. Apetito nunca tuvo acabando de comer, ni gozó salud completa cuando no se hallaba bien. Se murió de mal de arrugas, ya encorvada como un tres, y jamás volvió a quejarse ni de hambre ni de sed. Y esta pobre viejecita al morir no dejó más que onzas, joyas, tierras, casas, ocho gatos y un turpial. Duerma en paz, y Dios permita que logremos disfrutar las pobrezas de esta pobre y morir del mismo mal. MIRRINGA MIRRONGAMirringa Mirronga, la gata candonga va a dar un convite jugando escondite, y quiere que todos los gatos y gatas no almuercen ratones ni cenen con ratas. «A ver mis anteojos, y pluma y tintero, y vamos poniendo las cartas primero. Que vengan las Fuñas y las Fanfarriñas, y Ñoño y Marroño y Tompo y sus niñas. «Ahora veamos qué tal la alacena. Hay pollo y pescado, ¡la cosa está buena! Y hay tortas y pollos y carnes sin grasa. ¡Qué amable señora la dueña de casa! «Venid mis michitos Mirrín y Mirrón. Id volando al cuarto de mamá Fogón por ocho escudillas y cuatro bandejas que no estén rajadas, ni rotas ni viejas. «Venid mis michitos Mirrón y Mirrín, traed la canasta y el dindirindín, ¡y zape, al mercado! que faltan lechugas y nabos y coles y arroz y tortuga. «Decid a mi amita que tengo visita, que no venga a verme, no sea que se enferme que mañana mismo devuelvo sus platos, que agradezco mucho y están muy baratos. «¡Cuidado, patitas, si el suelo me embarran ¡Que quiten el polvo, que frieguen, que barran ¡Las flores, la mesa, la sopa!… ¡Tilín! Ya llega la gente. ¡Jesús, qué trajín!». Llegaron en coche ya entrada la noche señores y damas, con muchas zalemas, en grande uniforme, de cola y de guante, con cuellos muy tiesos y frac elegante. Al cerrar la puerta Mirriña la tuerta en una cabriola se mordió la cola, mas olió el tocino y dijo «¡Miaao! ¡Este es un banquete de pipiripao!» Con muy buenos modos sentáronse todos, tomaron la sopa y alzaron la copa; el pescado frito estaba exquisito y el pavo sin hueso era un embeleso. De todo les brinda Mirringa Mirronga: – «¿Le sirvo pechuga?» – «Como usted disponga, y yo a usted pescado, que está delicado». – «Pues tanto le peta, no gaste etiqueta: “Repita sin miedo». Y él dice: – «Concedo». Mas ¡ay! que una espina se le atasca indina, y Ñoña la hermosa que es habilidosa metiéndole el fuelle le dice: «¡Resuelle!» Mirriña a Cuca le golpeó en la nuca y pasó al instante la espina del diantre, sirvieron los postres y luego el café, y empezó la danza bailando un minué. Hubo vals, lanceros y polka y mazurca, y Tompo que estaba con máxima turca, enreda en las uñas el traje de Ñoña y ambos van al suelo y ella se desmoña. Maullaron de risa todos los danzantes y siguió el jaleo más alegre que antes, y gritó Mirringa: «¡Ya cerré la puerta! ¡Mientras no amanezca, ninguno deserta!» Pero ¡qué desgracia! entró doña Engracia y armó un gatuperio un poquito serio dándoles chorizo de tío Pegadizo para que hagan cenas con tortas ajenas. PASTORCITAPastorcita perdió sus ovejas ¡y quién sabe por dónde andarán! -No te enfades, que oyeron tus quejas y ellas mismas bien pronto vendrán. Y no vendrán solas, que traerán sus colas, Y ovejas y colas gran fiesta darán. Pastorcita se queda dormida, Y soñando las oye balar. Se despierta y las llama enseguida, Y engañada se tiende a llorar. No llores, pastora, que niña que llora Bien pronto la oímos reír y cantar. Levantóse contenta, esperando Que ha de verlas bien presto quizás; Y las vio; mas dio un grito observando Que dejaron las colas detrás. Ay mis ovejitas ¡pobres raboncitas! ¿dónde están mis colas? ¿no las veré más? Pero andando con todo el rebaño Otro grito una tarde soltó, Cuando un gajo de un viejo castaño Cargadito de colas halló. Secándose al viento, dos, tres, hasta ciento, Allí unas tras otra ¡colgadas las vio! Dio un suspiro y un golpe en la frente, Y ensayó cuanto pudo inventar, Miel, costura, variado ingrediente, Para tanto rabón remendar; Buscó la colita de cada ovejita Y al verlas como antes se puso a bailar. SIMÓN EL BOBITOSimón el bobito llamó al pastelero: ¡a ver los pasteles, los quiero probar! -Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero ver ese cuartillo con que has de pagar. Buscó en los bolsillos el buen Simoncito y dijo: ¡de veras! no tengo ni unito. A Simón el bobito le gusta el pescado Y quiere volverse también pescador, Y pasa las horas sentado, sentado, Pescando en el balde de mamá Leonor. Hizo Simoncito un pastel de nieve Y a asar en las brasas hambriento lo echó, Pero el pastelito se deshizo en breve, Y apagó las brasas y nada comió. Simón vio unos cardos cargando viruelas Y dijo: -¡qué bueno! las voy a coger. Pero peor que agujas y puntas de espuelas Le hicieron brincar y silbar y morder. Se lavó con negro de embolar zapatos Porque su mamita no le dio jabón, Y cuando cazaban ratones los gatos Espantaba al gato gritando: ¡ratón! Ordeñando un día la vaca pintada Le apretó la cola en vez del pezón; Y ¡aquí de la vaca! le dio tal patada Que como un trompito bailó don Simón. Y cayó montado sobre la ternera Y doña ternera se enojó también Y ahí va otro brinco y otra pateadera Y dos revolcadas en un santiamén. Se montó en un burro que halló en el mercado Y a cazar venados alegre partió, Voló por las calles sin ver un venado, Rodó por las piedras y el asno se huyó. A comprar un lomo lo envió taita Lucio, Y él lo trajo a casa con gran precaución Colgado del rabo de un caballo rucio Para que llegase limpio y sabrosón. Empezando apenas a cuajarse el hielo Simón el bobito se fue a patinar, Cuando de repente se le rompe el suelo Y grita: ¡me ahogo! ¡vénganme a sacar! Trepándose a un árbol a robarse un nido, La pobre casita de un mirlo cantor, Desgájase el árbol, Simón da un chillido, Y cayó en un pozo de pésimo olor Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco: Y volviendo a casa le dijo a papá: Taita yo no puedo matar pajaruco Porque cuando tiro se espanta y se va. Viendo una salsera llena de mostaza Se tomó un buen trago creyéndola miel, Y estuvo rabiando y echando babaza Con tamaña lengua y ojos de clavel. Vio un montón de tierra que estorbaba el paso Y unos preguntaban ¿qué haremos aquí? Bobos dijo el niño resolviendo el caso; Que abran un grande hoyo y la echen allí Lo enviaron por agua, y él fue volandito Llevando el cedazo para echarla en él Así que la traiga el buen Simoncito Seguirá su historia pintoresca y fiel. |
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