Metafísica.6. Principio de Causa y Efecto
El perdón
El sexto Principio metafísico es uno de los más difundidos y dice textualmente: «Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de casualidad pero nada escapa a la Ley»
Absolutamente todo lo que estamos viviendo en el presente ha sido generado en algún momento, lo hemos creado ya sea consciente o inconscientemente en esta o en otra vida. Cuando decimos que algo nos sucede «por casualidad», sólo estamos refiriéndonos a una ley que desconocemos, pero en realidad era un evento que nos tocaba vivir porque lo habíamos generado de alguna manera.
Es agradable pensar que todo lo bueno que nos ocurre es el producto de nuestras buenas acciones; pero por el contrario, nos cuesta aceptar que las situaciones negativas que se nos presentan también las hemos creado. Se nos hace difícil llegar a entender ¿por qué y cuándo generamos lo negativo? Este principio nos da la respuesta al explicarnos que son muchos los planos de causación; algunos de ellos provienen desde muy atrás en el tiempo y están dormidos en la memoria, son eventos que pudieron darse tanto en la infancia como en vidas anteriores.
Además, genéticamente recibimos la «influencia» de… nuestros padres, a eso le agregamos la influencia de cuatro abuelos y, si seguimos, vemos que también recibimos la influencia de ocho bisabuelos. Así, esta cadena continúa infinitamente. También recibimos las influencias de la sociedad en la que crecemos, la religión que practicamos, las instituciones de enseñanza a las que asistimos, los lugares de trabajo, los clubes, los amigos que nos rodean, y demás. Estos son sólo algunos ejemplos para indicar que existen muchos planos de causación y nosotros somos el resultado de la suma de dichos planos. Llamamos «planos de causación» a los lugares, personas y eventos que nos han enseñado un «patrón mental o creencia » que tomamos como verdaderos.
Cada estudiante de metafísica debe analizar el conjunto de información que ha recibido a lo largo de su vida; conscientemente debe seleccionar aquello que desea mantener en su mente y lo que debe desechar. En este proceso se debe reconocer lo que pensaba… nuestro padre, nuestra madre, nuestros abuelos, y qué es lo que elegimos pensar nosotros. También es conveniente recordar lo que uno acostumbraba pensar tiempo atrás y lo que elige pensar ahora. Siempre tenemos la libertad de poder elegir en el presente, que es el único momento que existe. Recuerda que lo llamamos «libre albedrío» no es más que la oportunidad que se nos da de elegir nuestros pensamientos. En esto radica nuestro verdadero poder y es así como tomamos las riendas de nuestra vida.
En este proceso de selección de pensamientos debemos ser responsables y evitar en todo momento caer en el papel de víctima. Para la mayoría, es más fácil culpar a alguien o a algo por la infelicidad y, por lo tanto, se deja de lado la posibilidad de «cambiar y crecer». Hay personas que culpan al gobierno, la situación económica, su pareja, su familia, sus hijos, jefes, y además, algunos llegan a culpar al clima (humedad, calor, frío) por su insatisfacción.
Tal como aprendimos al estudiar el Principio de Correspondencia, debemos recordar que «todo lo que ocurre por fuera está reflejando nuestro estado interno». Cuando algo externo nos produce insatisfacción o dolor, eso sólo nos está recordando que tenemos una herida que sanar; de otra manera, no nos alteraríamos.
Es muy recomendable investigar el origen de las situaciones presentes. Si estás viviendo un momento de soledad, no se debe a que tienes «mala suerte» y no encuentras a nadie adecuado para tí. Esa soledad tiene un significado en tu vida; es una lección que debes aprender. La manera más rápida de encontrar respuestas a los conflictos que vivimos es formulando la pregunta a nuestro Yo Superior o Dios Interno. Esto se debe hacer preferiblemente en estado de meditación. Las respuestas que uno recibe siempre son claras y concretas; por lo general, se resumen en pocas palabras o en una sensación.
Si tienes la costumbre de rezar u orar frecuentemente, recuerda que eso es sólo una parte de tu diálogo con Dios. Cuando estás rezando es como si le estuvieras hablando a Dios. Pero cuando estás meditando… estás escuchando Su respuesta. Si sólo rezas, estás produciendo un monólogo en el cual no estás escuchando a la otra parte. Esta es la razón por la cual mucha gente religiosa se desconcierta y se queja de que Dios «no contesta sus pedidos». Es imposible que eso ocurra. Dios siempre contesta y en forma inmediata. La solución es permanecer en silencio unos minutos después de rezar, y prestar atención a lo que recibimos internamente. ¿Cómo sabrás cuándo es Dios quien contesta tus inquietudes y no tu propio ego? Hay una clave para reconocerlo: las respuestas de Dios son siempre una forma de paz y armonía para todos los concernidos.
Las aparentes injusticias que vemos en la vida diaria encuentran su fundamento en este principio. A lo largo de numerosas vidas anteriores hemos ido generando causas, que determinan nuestra situación presente. Hay personas que han hecho mucho bien en el pasado y ahora les toca vivir su recompensa. A estas personas las percibimos como «afortunadas». Por otra parte, hay otros que han cometido muchos errores, han quebrado ciertas leyes universales y ahora se encuentran atrapados en problemas y dificultades. Por eso es que nace gente pobre, enferma o con «mala suerte», mientras que otros nacen saludables, en un hogar confortable y con buenas oportunidades. Sin embargo, sin importar ¿cuál es la apariencia o situación que nos toca vivir?, todos venimos al planeta con la única función de sanarnos a nosotros mismos. Por tal motivo, los problemas desaparecen cuando terminamos de aprender nuestra lección. Así vemos que todo lo malo que vivimos no es más que la oportunidad de abrir nuestra Conciencia a un conocimiento nuevo.
Se llama «karma» a la deuda que tenemos con nuestro destino y «dharma» a la recompensa que recibimos por nuestras buenas obras del pasado. Por ejemplo, una persona puede estar atravesando una crisis y, en el momento menos esperado, aparece alguien que la ayuda desinteresadamente. Ese «alguien» quizá sea una persona a la cual ha beneficiado antes. Todo el bien que hacemos a los demás vuelve en algún momento a nosotros multiplicado. Ocurre lo mismo con todo lo malo.
Si alguna vez hemos perjudicado a alguien, tarde o temprano alguien nos va a perjudicar. Esto es lo que la Biblia explica como la «Ley del Tallón», que dice textualmente: «Ojo por ojo, diente por diente». Esta ley ha sido mal interpretada y muchos la entienden como la ley de la venganza; sin embargo, lo que afirma no es más que la ley de causa y efecto: si le quitas un ojo a alguien, te tocará perder un ojo tuyo, ni uno más ni uno menos.
El karma y el dharma pueden entenderse como actividades en dos bancos diferentes. Al primero le debemos dinero y nos perseguirá hasta que le paguemos. Por el contrario, el segundo nos paga intereses por lo que hemos depositado. Estos bancos no tienen conexión entre sí; es decir que por más buenas obras que hagamos en el presente, igual tendremos que saldar nuestras deudas con el destino.
La cadena del karma puede llegar a ser eterna: una persona quizá sea víctima de alguien en una vida y luego se vuelva vengadora en la siguiente, para luego volver a ser la víctima y así sucesivamente… La cadena se corta cuando una de las partes involucradas decide perdonar. El karma se disuelve por completo gracias a la práctica del perdón.
Perdonar no es tan fácil como uno cree. Muchas personas que dicen haber perdonado sólo hacen un juego intelectual; cuando vuelven a tener otro problema con la persona «perdonada», el resentimiento y los reproches aparecen instantáneamente. Esto es lo que conocemos como «perdono pero no olvido», lo que sólo nos indica que el perdón no ha tenido lugar aún. El verdadero perdón otorga paz.
Básicamente, hay dos maneras de cortar el karma. Para entender cómo funcionan estas dos maneras, vamos a imaginarnos una relación entre un hombre y una mujer en la cual el primero ha perjudicado a la segunda. En esta vida, ella sentirá un gran deseo de vengarse y perjudicarlo pero como se ha elevado espiritualmente y conoce la Ley de Causa y Efecto elige perdonarlo y NO responde al impulso negativo. El karma ha sido interrumpido gracias a su decisión de perdonar.
Imaginemos ahora el mismo caso pero, en esa oportunidad, con la diferencia que la mujer no está tan iluminada y elige perjudicar al hombre. Es ahora él quien acepta la responsabilidad de lo que le ocurre porque conoce la Ley e Causa y Efecto, y entonces elige perdonarla. El Karma ha sido interrumpido nuevamente.
En pocas palabras, sólo hace falta que una de las partes involucradas tenga la buena voluntad de elegir el perdón como solución al conflicto.
La mayoría de las personas que no perdonan actúan así porque sienten que alguien tiene que pagar por lo que les ha sucedido; existe en ellas una sed de justicia que, en apariencia, no se da en este plano.
Cada estudiante de metafísica debe saber que la Justicia Divina opera a través de la Ley de Causa y Efecto. En consecuencia, debemos aprender a ser conscientes de nuestros actos. Cada pensamiento o acción que iniciamos es una causa que, indefectiblemente, tendrá su efecto. Si peleamos y discutimos con la gente a nuestro alrededor (causa), el resultado será un gran conflicto (efecto). Sin embargo, si hacemos favores y ayudamos a otros (causa), también recibiremos lo mismo en algún momento (efecto) aunque quizá los favores nunca provengan de las personas a quienes hemos ayudado. Por eso es que todas las religiones del mundo enseñan a hacer el bien. La única manera de vivir bien es generando buenas acciones.
6. PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO (2da. parte)
El perdón
¿POR QUÉ LE OCURREN COSAS MALAS A LA GENTE BUENA?
La Ley de Causa y Efecto opera en forma permanente manifestando aquello que de alguna manera hemos generado. De esto deducimos que haciendo el bien obtendremos el bien, lo cual es correcto Sin embargo, habrás encontrado que aún haciendo buenas obras se te presentan problemas y entonces surge la pregunta: ¿Por qué le ocurren cosas malas a la gente buena? La respuesta es muy sencilla: por karma: Aunque una persona sea buena en esta vida, quizás arrastre deudas de su pasado.
El karma une a las personas y las mantiene conectadas a través de las distintas vidas. Esto quiere decir que reencarnamos en grupos en los cuales vamos intercambiando roles. Es probable que una mujer haya sido madre en una vida y en la siguiente sea la hija. Por eso es que algunos hijos tienen una actitud muy autoritaria hacia sus padres, como si los roles estuvieran cambiados. En realidad, esto ocurre cuando el recuerdo de la vida anterior aún está vigente en el cuerpo emocional. Hay amigos que parecen hermanos porque efectivamente lo fueron antes, mientras que hay hermanos que parecen extraños en la familia porque es la primera vez que les toca estar juntos. También hay parientes que parecen ser rivales o enemigos; cuando esto ocurre, el Universo los lleva a nacer bajo la misma sangre como un intento de conciliar sus almas.
No solamente intercambiamos roles cuando reencarnamos, sino que también cambiamos de sexo. Si en esta vida eres hombre, en la próxima serás mujer y viceversa. Además, nacemos dos veces bajo el mismo signo astrológico y, de esta manera, nuestra alma recoge la experiencia completa.
Nos reencontramos con las mismas personas a lo largo de numerosas vidas. En síntesis, si perjudicamos a una persona, es muy probable que en la próxima vida nos toque ser perjudicados por ella. Si como padre has sido muy severo, entonces en el futuro te tocará vivir como hijo el sometimiento de un padre igualmente severo. De esta manera aprendemos y reconocemos lo que hemos hecho antes.
En el mundo existen millones de personas; sin embargo, nos movemos en grupos reducidos y nos encontramos permanentemente con las mismas personas. Podemos ir a un país lejano y, con gran sorpresa, un día nos encontramos con alguien conocido. En mi experiencia personal, una de las sorpresas más grandes que he tenido fue cuando me mudé de Buenos Aires a Miami. En la primera fiesta a la que asistí, me encontré con gente que hablaba de astrología. Uno de ellos comentó tener referencias mías porque yo le había hecho la carta natal a uno de sus amigos. Para mí. Miami era otro mundo; sin embargo, allí había gente que me conocía. En este caso, fue una sorpresa agradable porque el amigo en cuestión había quedado muy conforme con mi trabajo, aunque podría haber sido todo lo contrario.
En conclusión, siempre digo que hay que portarse bien. Nosotros podemos tener la habilidad de engañar a otros pero no podemos engañar al Universo. El Principio de Causa y Efecto está operando permanentemente y nadie puede escapar a eso. Tarde o temprano tendremos que reparar el daño que hemos ocasionado. Por el contrario, recibir con alegría el beneficio de haber hecho bien las cosas en su momento.
A medida que la población del mundo crece, vienen «almas nuevas» a la Tierra. Estas almas vienen de otros planetas con la misión de ayudarnos a elevar nuestra conciencia. De la misma manera, nosotros nos moveremos hacia otro lugar cuando hayamos aprendido todo lo que nos toca aprender aquí. Este es uno de los motivos por los cuales no hay que apurarse en crecer o evolucionar. El crecimiento es infinito y debemos disfrutar de cada paso que damos.
CONTRATOS KÁRMICOS
Antes de venir al planeta, elegimos tomar un cuerpo físico y seleccionamos voluntariamente las experiencias que estamos dispuestos a experimentar. En este proceso seleccionamos a nuestros padres, hermanos, futuras parejas, matrimonios, amigos y demás.
Con las personas que nos van a ayudar eficazmente firmamos un «contrato kármico». Nos ponemos de acuerdo en lo que cada uno le va a hacer al otro con la intención de enseñar o aprender algo. El proceso de aprendizaje es mutuo y el contrato kármico se firma de común acuerdo. Cuando llegamos a este plano, nos olvidamos de lo firmado y vivimos la experiencia elegida.
Las contratos kármicos son voluntarios e irrevocables, no desaparecen hasta que se cumplen totalmente. Uno los elige con la finalidad de dar un paso adelante muy importante en la evolución personal.
Por ejemplo, una mujer puede pedirle a su «futuro esposo» que durante el matrimonio la maltrate; de esta manera, ella reconocerá que tiene muy poco amor propio y deberá aprender a valorarse como mujer. Por otra parte, él acepta que ella inicie una demanda legal; de esta manera, tendrá que aprender a respetarla y a renunciar al materialismo.
Cuando hay un contrato kármico, se percibe una sensación de venganza en una o en ambas personas involucradas. Nos olvidamos de que nosotros mismos hemos elegido vivir la «mala experiencia» para aprender la lección y reparar nuestros errores pasados. La terapia de vidas anteriores basada en la hipnosis es una herramienta muy valiosa para entender la red de relaciones generadas en otras vidas. De esta manera, yo descubrí que mi hermana mayor de esta vida fue mi madre en la anterior; que mi madre de ahora nunca antes había sido madre de nuestro clan familiar y que ahora le tocaba vivir esa experiencia. En muchas oportunidades, mi hermana mayor actuó más como madre que mi propia madre. Esto se debe a que aún se guarda en la memoria subconsciente el recuerdo de los roles ejercidos con anterioridad. Aunque estos datos pueden parecer sólo anecdóticos, ayudan a entender por qué algunas personas reaccionan como lo hacen.LA ERA DEL AMOR La creencia en el karma está muy difundida en el mundo a través de algunas religiones y escuelas esotéricas. Aunque esta idea ha estado por muchos años en nuestra conciencia -especialmente durante la Era de Piscis, que ya terminó-, ahora estamos ingresando en la Era de Acuario donde muchas cosas cambiarán; entre ellas, el karma. El proceso de «pagar» nuestras deudas está acelerado en esta Nueva Era. Lo que antes nos llevaba varias vidas entender y saldar, ahora se realiza en esta misma encarnación. Si hoy perjudico a alguien, es muy probable que me toque pagarlo mañana mismo, no en la próxima vida ni diez vidas adelante. Existe un avance muy grande en la conciencia humana y esto elevará el nivel de comprensión en toda la humanidad. Este proceso de transformación, que ya se ha iniciado, tardará aún muchos años más en completarse. En este proceso mismo descubriremos nuestra Unidad, el hecho de que, en realidad, «Todos somos Uno solo». Dicho de otra forma, el Hijo de Dios es uno solo y todos somos parte de El. Por eso, es importante ayudarnos mutuamente y perdonarnos. Debemos ajustarnos a estos cambios cósmicos para ayudar a la evolución planetaria a despertar amor. Un verdadero metafísico tiene que aplicar todo su conocimiento para mejorarse a sí mismo y para servir a los demás. Pero ¿de dónde surgió el karma? Para contestar esta pregunta debemos remontarnos a los orígenes de la humanidad. El hombre fue creado «a imagen y semejanza de Dios» y desde que aquél tuvo su poder creador ha inventado un ente aparentemente separado de su Creador. Esto es lo que llamamos «ego». Nuestro ego nos hace sentir que estamos separados del resto. Tenemos un nombre propio, un cuerpo, una estructura social y familiar propia y demás. Nuestro ego nos dice que somos únicos y especiales, y tratará de probarlo de mil maneras. En cambio, nuestro Espíritu nos indica que todos Somos Uno solo, que no existe tal separación. El efecto de la separación produce un sentimiento de culpa y, como consecuencia, la culpa busca castigo. Cada vez que nos sentimos culpables de algo que hemos hecho, nuestra propia mente se encarga de crear el castigo correspondiente. Este castigo puede ser, por ejemplo, la soledad, la falta de dinero, una enfermedad, problemas de familia o de pareja. La culpa no termina en nosotros. La mayoría de las veces, el ego busca proyectar esta culpa hacia afuera y es así como encontramos a los «culpables» de nuestra infelicidad. Cuando proyectamos hacia afuera estamos más lejos de resolver el problema y, de esta manera, perpetuamos la supremacía de nuestro ego. Las personas que más culpan a los demás son las que menos crecen. Cuando el ego no encuentra culpables afuera, puede descargar la culpa en nosotros mismos generando inmovilización y frustración. Este es el caso de las personas perfeccionistas, muy ordenadas o estructuradas. Para resolver este conflicto debemos pensar que, durante nuestro proceso de aprendizaje, todos cometemos errores, que dichos errores se reparan y que no tenemos por qué ser condenados a causa de éstos. El perdón no debe practicarse solamente con los demás, sino primero con nosotros mismos porque yo no puedo dar a otros lo que no tengo o me resisto a darme, es siempre nuestra elección.EL DRAMA PERSONAL Según el Principio de Causa y Efecto, todo lo que vivimos es el resultado de nuestros propios actos. Contamos con un poder creador, y a veces, debido al mal uso del mismo, creamos situaciones difíciles o dolorosas, creamos de esta manera nuestro «drama personal». Según la metafísica, el drama de toda persona se reduce a la idea de separación de su Fuente. Podemos comparar el efecto de la separación con el concepto del «pecado original». En la Biblia, esto se explica con la imagen de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. La sensación o desconexión de nuestra Verdadera Fuente es la que genera todos los miedos, las angustias y los problemas mayores. Un ejemplo de esto es la soledad. La soledad no se resuelve teniendo a una persona al lado nuestro; en muchos casos, uno puede llegar a sentirse horriblemente solo aún estando acompañado. La soledad es un problema personal y tiene que ver con la sensación de estar desconectado de nuestro Creador. Solamente reparando esa conexión podemos sentirnos plenos, completos y felices. Curiosamente, muchas iglesias fomentan la idea de separación y no la de unión. Esto se debe a que se basan en las leyes del ego y no las del Espíritu. El miedo más grande que existe es el miedo a Dios, a recibir Su condena o castigo, lo cual es totalmente absurdo. Como conclusión, la idea del karma, o el ciclo de culpa y castigo, fue creada por nuestro «ego». Dios NO condena ni castiga porque Él nos ha creado tal como somos. El sabe que lo que estamos viviendo es como un gran sueño del cual tenemos que despertar. No hay culpas, ni culpables; no tenemos nada que pagar ni que hacer pagar a los demás; solamente existe la experiencia. El proceso de liberación del karma comienza con el reconocimiento de la proyección que hacemos hacia los demás. Es decir que tenemos que empezar a reconocer que «no hay culpables fuera de nosotros», sino que, de alguna manera, uno está proyectando el problema hacia afuera. Luego, debemos reconocer que tampoco nosotros somos culpables, sino que solamente hemos cometido algunos errores. Finalmente, debemos reparar esos errores corrigiendo nuestra percepción de la vida. Cuando creamos nuestro ego, cuando surgió la idea de separación, Dios puso en nuestra mente el instrumento necesario para devolvernos la percepción correcta de la vida. Este instrumento es lo que llamamos «Yo Superior o Espíritu Santo». Todo estudiante de metafísica debe aprender a invocar a la Guía de su Yo Superior, especialmente en los momentos en que se encuentra en conflicto, para entender lo ¿qué le está ocurriendo? La Era de Acuario nos enseñará que no somos culpables de nada; tan sólo hemos cometido errores y los errores se corrigen. La parte más perfecta de nuestra mente nos ayuda en este proceso. Para poder evolucionar, debemos desarmar nuestro «drama personal». Con nuestro drama lo único que hacemos es acaparar la atención de los demás y de su energía. Esto significa que cuantos más dramas experimentamos, más robamos la energía de los demás. Pero cuando empezamos a despertar a la vida espiritual, descubrimos que la Fuente de nuestra energía es otra y que la misma es infinita e inagotable, por lo tanto, no necesitamos apropiarnos de la energía ajena. El proceso del «Perdón» consiste en «desarmar» lo que hemos construido, eliminando las culpas que ponemos en otros y en nosotros mismos. De esta manera, comenzamos a sentir la sensación de Unidad. Pero mientras exista una sola persona a la que consideremos culpable, nunca encontraremos paz en nuestra vida. El Perdón a uno mismo, es tal vez, uno de los más difíciles de lograr. La autocondenación se da la mayoría de las veces de una manera muy sutil, y a la vez, muy intensa. A veces, sentimos la voz de un juez interno que nos recuerda cuán tontos hemos sido al haber actuado de cierta forma; ese juez no es más que la voz de nuestro propio ego que debemos aprender a callar. Perdonar no es sinónimo de debilidad. Muchas personas confunden el perdón con la permisividad. Perdonar no significa permitirles a los demás que vuelvan a hacer lo mismo con uno. Perdonar significa «entregar el problema a una Autoridad Superior» a la nuestra que impondrá Su justicia y no la que nuestro ego quiere. Perdonar también significa aprender a ponerles límites a los demás y a defender nuestros derechos.6. PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO (3ra.y última parte) El perdónLA AYUDA A LOS DEMÁS Nunca hay que ayudar a nadie que no nos lo haya pedido porque la persona puede no estar receptiva a nuestra ayuda. Cuando le hemos hecho un favor a alguien y luego esa persona no nos agradece o se muestra indiferente, nos está dando la pauta de que nos hemos equivocado, o bien la persona no necesitaba de nuestra ayuda o le hemos dado ayuda equivocada. Esto ocurre cuando intervenimos en la vida de alguien pretendiendo ser su salvador. Una manera de evitar este error es ofrecer nuestra ayuda a quien pensamos la necesita y, luego, debemos retroceder para dar lugar a que la persona elija. Cuando la persona decide aceptar nuestra ayuda, entonces estará receptiva y sólo así tendremos éxito. ¿Hasta dónde ayudar? Se debe ayudar a los demás hasta el punto en que el equilibrio de nuestra vida personal no se pierda. Si vas a prestar dinero a alguien cercano, deberás prestar solamente una cantidad de tu dinero que no ponga en peligro tu economía personal. De lo contrario, si por prestar dinero dejas de pagar tus cuentas, sólo estás permitiendo que el problema del otro contamine tu vida. En esencia, si quieres que tu ayuda sea siempre efectiva, no deberás perder nunca tu equilibrio personal. Esto nos lleva a la siguiente conclusión: el sacrificio por los demás no sirven. En general, los problema que cada uno de nosotros enfrentamos no son más que errores de conciencia. Existen en nuestra mente ideas equívocas que deben ser corregidas. Éstas tienen que ver con la falta o aceptación de lo bueno, con ideas de no merecimiento, con el nivel de la autoestima y con las culpas que arrastramos. Estas últimas son las más poderosas y generan las principales barreras para nuestra felicidad personal. Yo creo que cada vez que algún proyecto mío se demora o las cosas que deseo no se dan es porque todavía tengo que perdonar a alguien o perdonarme a mí mismo. Las enfermedades físicas tiene que ver con la falta de perdón, las deudas y la soledad, también. Siguiendo este concepto, si quieres ayudar a alguien verdaderamente, entonces no sólo tienes que brindar tu ayuda material, sino también el apoyo moral necesario para que la persona se libere de sus culpas y mejores su manera de pensar. EL PROCESO DE PERDÓN LOS BENEFICIOS DEL PERDÓN EJERCICIO: RENUNCIAR AL KARMA Debes afirmar de una manera rotunda tu deseo de no seguir sufriendo. Para logarlo, tienes que decretar lo siguiente: «Renuncio al karma . En este instante, renuncio a cualquier forma de carencia, pensamiento de limitación o error que se aloje en mi Conciencia. A partir de hoy, elijo amor, felicidad, prosperidad, sanidad (mente+cuerpo) y una vida muy armoniosa». EJERCICIO: CAMBIAR PARA RECIBIR Todo estudiante metafísico siempre tiene una lista escrita de sus objetivos. De esta manera, puede ir comprobando poco a poco su dominio de la materia. De acuerdo con un concepto bíblico, Dios, como Padre Perfecto, nos da todo lo que pedimos antes de que se lo pidamos. No sólo Él sabe de antemano lo que le vamos a pedir, sino que también nos lo concede. La pregunta que surge entonces es: ¿Dónde está aquello que estás deseando? ¿Por qué no lo tienes? | |
Introducción |