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Reflexiones

La filosofía perenne: El YO y el cosmos en la sabiduría antigua

(Se adjunta BIBLIOGRAFIA de la información al final, libros de iniciación agradeciendo)

La filosofía perenne podría describirse como un grupo de filosofías espirituales pero no sectarias que se hallan en Oriente y en Occidente, en las que la contemplación y el auto-examen juegan una parte significativa.

Se denomina «perenne» debido a su edad, universalidad y consistencia. Como H. P. Blavatsky y muchos otros lo notaron, ha existido en una línea ininterrumpida desde tiempo inmemorial y con toda seguridad permanecerá después que las modas vayan y vengan en el mundo de la filosofía.

Su propósito principal es la transformación de la consciencia, a veces referida como Iluminación, Liberación o Auto-realización . Por lo tanto, la filosofía perenne no está interesada sólo en diferentes formas de ver el mundo, sino también en diferentes modos de ser en el mundo.

filosofiaAquí propongo hacer una breve reseña de esta antigua tradición, pero enfocándonos en su pensamiento del yo, es decir, el ser humano.

Debemos recordar, sin embargo, que debido a que esta tradición cubre literalmente miles de años y tiene variantes orientales y occidentales, diga lo que diga, inevitablemente va a ser expresado en el lenguaje y asunciones de sólo una o dos culturas y ámbitos.

Pero si las palabras no se toman demasiado literalmente podríamos ver más allá y apreciar su significado subyacente, en cuyo caso estaremos llegando a la esencia del asunto, como ha sido comprendido por la mayoría, o por todos, los exponentes de la filosofía perenne.

Comencemos con una brevísima visión general.
Lo primero que encontrarán cuando estudien la filosofía perenne es que todo gira alrededor de la unidad.
Se cree que existe una unidad en el cosmos que es profundamente real, aunque no inmediatamente obvia.
Esta unidad existe no sólo en un sentido espiritual y metafórico, sino también físicamente; es la verdad de la materia tanto como la del espíritu. Sin embargo, requiere entrenamiento y comprensión para verla. Como resultado, se presta muchísima atención a diferentes métodos de alcanzar esta percepción.

Otra cosa que es obvia desde el principio, es que existe una actitud particular hacia el ser humano: realista y magnífica a la vez. Se acepta que el ser humano es un animal, respecto al cuerpo e incluso en cierto grado mentalmente.
Sin embargo hay más cosas en nosotros, que podrían asumirse a partir de los procesos biológicos y mentales que tienen lugar en el complejo cuerpo/mente.
El ser humano es considerado un microcosmos o reflejo de la totalidad, con un potencial único de darse cuenta de este hecho.
Pero existe algo respecto a la consciencia humana que la hace aburrida, no receptiva, resistente al cambio, y obstinadamente terca. Ese algo es el pensamiento, nuestro justo castigo (Némesis).
El ardid es que equilibremos dos fuerzas opuestas pero igualmente reales: nuestras limitaciones inherentes y nuestro potencial único. Como el erudito musulmán Seyyed Hossein Nasr lo expresó: “Dentro nuestro existe una realidad que es el origen del cosmos mismo.”

Debido a que el ser humano es la suma total de estas dos realidades, gran parte de la ´psicología´ de la filosofía perenne confluye a un tipo muy profundo de auto-examen, que conduce a la verdadera realización de nuestra unidad inherente con la totalidad de la vida, la realidad subyacente.
Básicamente, aunque esto pueda sonar prosaico bajo las circunstancias, en la consciencia todo confluye al orden: un lugar para todo y

todo en su lugar.
El orden en la consciencia implica que comprendemos su estructura y el proceso del pensamiento, y que podemos diferenciar lo real de lo irreal, lo cambiante de lo eterno, lo finito de lo infinito. Entonces las cosas sagradas y profanas toman su lugar muy naturalmente.
Colocar el pensamiento en ese tipo de orden requiere que le prestemos atención. Por lo tanto, la contemplación es primordial en esta tradición.

Ya sea en la consciencia o en términos del medio, el orden depende principalmente de la cualidad, la extensión y la profundidad de nuestra visión. Según Aldous Huxley, la filosofía perenne es:
• una metafísica que reconoce una Realidad divina sustancial con el mundo de las cosas, vidas y mentes;
• una psicología que encuentra en el alma algo similar a la Realidad divina, o incluso algo idéntico a ella; y
• una ética que coloca el fin último del hombre en el conocimiento del Campo inmanente y trascendente de todo ser. (Huxley 1947, p.1)

Por lo tanto podemos ver eso separado de las amplias preguntas metafísicas y cosmológicas, la filosofía perenne también se refiere a la naturaleza humana y específicamente a la psicología, o más aún, a la pneumatología -de pneuma, que significa aliento o espíritu.
Entonces tendríamos algo así como psique-logía en vez de psicología: la ciencia del alma en vez de solamente de la mente, como lo concibe la psicología moderna.

De interés aquí aparece la pregunta, en el sentido más amplio y profundo posible, ¿Qué es el ser humano?
En contraste con la filosofía perenne, la ciencia moderna y la filosofía analítica están basadas en la asunción de que el ser humano es un animal pensante y que la razón es nuestra capacidad más elevada.
Tienden a ignorar las otras dos principales funciones de la mente: especialmente los alcances más elevados de la inteligencia humana o buddhi, y el principio productor-del-yo, ahamkâra.

Varias escuelas de metafísica hindú, interpretan que el pensamiento racional, lineal es sólo una función de la mente. La mente también es capaz de una percepción directa intuitiva, y, en el nivel humano, también se ocupa constantemente de la práctica de producir-el-yo. Enfocarse en sólo un aspecto de la mente, la racional, podría decirse que ha dejado a la filosofía analítica moderna empobrecida y sin dirección clara.

A menos que tengamos atrapados nuestro potencial divino y nuestras limitaciones inherentes, no tendremos una guía segura en las vicisitudes de la vida. Citando nuevamente a Seyyed Hossein Nasr:
La ciencia moderna puede permitirle al hombre conocer cómo está constituido química o biológicamente o si está en el espacio galáctico. Pero este tipo de ciencia no puede decirle al hombre quién es él, dónde estuvo antes de esta existencia terrena, y dónde estará después. No puede revelarle al hombre dónde está en lo que ha sido llamado espacio existencial, en la jerarquía de la existencia universal. Por lo tanto, no puede proveerle al hombre ´orientación´, porque orientar la vida del hombre significa conocer de dónde viene, dónde va a ir, y principalmente, quién es él. (Nasr, 1974, pp.205-6)

Entonces, ¿de dónde hemos venido, qué somos, y a dónde vamos?

Corporal y mentalmente tenemos mucho en común con el reino animal, vegetal y mineral. Pero existe en nosotros mucho más de lo que puede suponerse, juzgando los procesos químicos, biológicos, mentales y emocionales que ocurren en el cuerpo y en la mente, como se comprenden hasta ahora.

Varios aspectos de nuestra naturaleza se reflejan en la estructura del cerebro. (La mayoría de los científicos probablemente dirían que son producidos por la estructura del cerebro, pero eso no necesariamente nos concierne aquí). Los neuro-científicos han tratado al cerebro como principalmente trino en composición.

La parte más vieja del cerebro, el cerebelo, se lo conoce como el «cortex reptil», y se dice que es responsable de la territorialidad, la agresión y el ritual. (Ferris, 1993, p. 73).
Situado sobre el mismo está el sistema límbico responsable de los instintos sexuales y de las emociones poderosas.
La parte del cerebro más reciente y ´humana´ es el neocortex.

Éste es el asiento del lenguaje, la geometría, y el pensamiento abstracto. Todas estas fases de desarrollo cerebral trazan nuestra historia como seres humanos. Pero hay algo más. En ciertos aspectos el cerebro o la mente todavía se está desarrollando.
Evidencia de esto se encuentra en la meditación. Una charla bastante reciente sobre meditación en el Congreso de Teosofía y Ciencia en Springbrook, Australia, demostró que los científicos al estudiar la meditación descubrieron que durante la meditación las ondas gamma conectan todas las diferentes partes del cerebro, de modo que todas ellas trabajan más eficientemente (Kwitko, 2006). La meditación también tiene un efecto observable en el lóbulo izquierdo pre-frontal, que es responsable de las emociones positivas tales como la felicidad.

Lo que han observado los científicos que ocurre en el cerebro durante la meditación –y su investigación ha comenzado recientemente- puede indicar que el cerebro también refleja lo que podríamos llamar nuestro potencial divino o total, y no sólo nuestro desarrollo histórico.
Las tradiciones Herméticas y Platónicas destacan que existe algo específicamente humano en el cerebro que no surge de nuestra naturaleza animal, pero como Paracelso afirmó en cierta oportunidad, proviene de las estrellas:

Todo lo que procede de la carne es animal y prosigue un curso animal; los cielos tienen poca influencia en ello. Sólo eso que procede de las estrellas es específicamente humano en nosotros; esto está sujeto a su influencia.
Pero lo que procede del espíritu, la parte divina en el hombre, se ha formado en nosotros a semejanza de Dios, y sobre esto, ni la tierra ni los cielos tienen influencia alguna. (Paracelso, 1951/1995, p. 39)

No tomemos ´las estrellas´ demasiado literalmente, puede que sí o que no hayamos venido de otro planeta; hay más de un modo de ser un ser celestial.
Pero lo expresado precedentemente, ciertamente refleja una clasificación tripartita común del ser humano de cuerpo, alma y espíritu, con el cuerpo que sigue un curso animal, el espíritu que existe en total libertad a semejanza de Dios, bajo ninguna influencia, ni de los cielos ni de la tierra, y en algún lugar intermedio, el alma, nuestra naturaleza etérea, celestial, o psíquica.

El elemento corporal es representado comúnmente por la tierra, la naturaleza etérea por la luna, y el espíritu, que es la fuente fundamental de vida y luz, a menudo está simbolizado por el sol. Esta representación puede estar limitada, pero expresa muy bien la relación existente entre los varios estados del ser abiertos a cada uno de nosotros (Burckhardt, 1974, p. 159). Este tipo de esquema nos da algún grado de orientación en el amplio mundo de posibilidades y limitaciones.

Ya he mencionado nuestras posibilidades y limitaciones en el mismo nivel. Esto no ha sido por accidente, dado que es muy importante tomarlos juntos. Somos seres limitados con un potencial que es casi ilimitado.
Eso puede ser paradójico, pero pienso que es verdad. Más aún, a menos que reconozcamos y comprendamos nuestras limitaciones y nuestro potencial no podremos alcanzar éste último. Por ejemplo, antes que podamos ver por nosotros mismos si existe o no un Campo del Ser, una Verdad fundamental, Dios, o cualquier cosa de ese tipo, debemos comprender nuestras propias mentes y todas sus fuerzas activas que nos alejan de lo ´que es´, de la realidad.

Otro aspecto interesante de la relación dinámica entre nuestras posibilidades y nuestras limitaciones –y es una relación dinámica, siempre en movimiento- se refiere al hecho de que nuestro potencial yace en lo que tradicionalmente se ha considerado como nuestra naturaleza divina o teomórfica, mientras que nuestras limitaciones yacen en las cosas con las que normalmente tendemos a identificarnos, tales como el cuerpo y la mente. Recientemente encontré una expresión maravillosa de esta enseñanza en la tradición Islámica, como la descrita por Seyyed Hossein Nasr, ya citada en este artículo.

Nasr explica que el Islamismo se basa en “el encuentro entre Dios considerado en su naturaleza absoluta” Y EL HOMBRE CONSIDERADO EN SU NATURALEZA TOTAL. Todas las criaturas reflejan lo divino de algún modo, pero a medida que avanza la enseñanza, el ser humano es único en ser el reflejo de todas las cualidades de Dios.Como Nasr lo expresa:
Sólo el hombre refleja todas las cualidades y nombres divinos, y esto, más aún de un modo central y consciente. En virtud de esta relación… él es un ´ser central´ en este mundo, siempre ubicado en un ´espacio existencial´ en la que la dimensión vertical, trascendente está presente.
Ya sea consciente o no, la situación del hombre en este ´espacio´ no es sólo horizontal y material. El eje vertical, espiritual siempre permanece frente a él.
La realidad para el hombre siempre es tri-dimensional, ya sea que el hombre elija vivir en un mundo bi-dimensional, material desprovisto de la dimensión de profundidad y altura… o que sea consciente plenamente de la tercera dimensión infinita que está más allá de la superficie limitada horizontal de la existencia (Nasr, 1974, pp. 206/7)

De modo que aquí tenemos la idea de que el ser humano es un ser central, único en toda la creación.
Pero si somos únicos es sólo porque la dimensión vertical trascendente en nosotros está siempre presente, ya sea que seamos conscientes de esto o no, y porque en nosotros existe la posibilidad, ciertamente el destino, de volvernos totalmente conscientes. Por lo tanto, la enseñanza no es sólo una palmada en la espalda para la humanidad, también implica la necesidad de alguna acción de nuestra parte. Algo debemos hacer antes que podamos probar o experimentar totalmente la maravilla de la naturaleza humana, que fundamentalmente es divina o ilimitada.

Podemos ser seres espirituales tri-dimensionales definidos ampliamente por el eje vertical espiritual, como lo tendría toda versión de la filosofía perenne, pero en la práctica tendemos a ignorar el elemento espiritual y negar nuestra naturaleza teomórfica o procedente de Dios., sin embargo, aún tratamos de dominar el mundo físico como si fuéramos pequeños ayudantes de Dios.
Intentamos endiosarlo sobre la creación sin someterlo primero a nuestro maestro real, ya se conciba como Dios ´arriba´ o el âtman en el interior; sin someterlo a Dios o a nuestro verdadero potencial.

Nasr señala que si somos seres centrales o microcosmos, es sólo debido a nuestra naturaleza teomórfica o procedente de Dios. No somos microcosmos porque tenemos egos del tamaño del espacio exterior. Y destaca que:
Cuando el hombre hace demasiada ostentación respecto a conquistar la Naturaleza, se ha dado el proceso inverso, especialmente una conquista aparente y hacia fuera… combinada con una completa carencia de ascetismo, disciplina espiritual, y auto-negación, que por lo tanto hace al hombre más que nunca, prisionero de sus propias pasiones e inclinaciones naturales (Nasr, 1974, p. 211)

Otra importante enseñanza se refiere a los límites de la razón. Nasr explica que la razón es la sombra del intelecto. No debería decidir. En la jerga común, la razón y el intelecto son más o menos términos sinónimos.
Pero en esta tradición, la palabra ´intelecto´ a veces se usa para referirse a una inteligencia superior, como en el término platónico intellectus, que no es pensamiento racional, lineal, o analítico, sino más como intuición o percepción directa. Sobre el tema, Nasr continúa:
Si permanece sometido al intelecto… entonces es un instrumento positivo que puede ayudar al hombre a viajar de la multiplicidad a la Unidad. Pero si se rebela contra su propia fuente, contra el intelecto, como contra la revelación, entonces se vuelve fuente de desarmonía y disolución… Si el hombre moderno ha podido dominar pero también destruir la Naturaleza y a sí mismo, más que el hombre de otras civilizaciones, es precisamente porque con él, más que nunca, la razón se ha independizado de su principio. En tal condición la razón se vuelve como un ácido que quema a través de los tejidos del cosmos. (Nasr, 1974, pp 213-14)

Esa última oración merece ser considerada un poco más, pero poniendo todo el argumento en un lenguaje más moderno, podríamos decir que sólo cuando el cerebro o el pensamiento se somete a la percepción directa o a la inteligencia, es que actuamos correctamente o sabemos qué es bueno hacer.

Una idea similar fue expresada por J. Krishnamurti y David Bohm en uno de sus diálogos. Tratando la relación entre el cerebro y la inteligencia, estuvieron de acuerdo en que el cerebro puede ser un instrumento de la inteligencia, el pensamiento puede ser un indicador de la inteligencia; pero en sí mismo el pensamiento es estéril, no tiene valor sin la inteligencia (Diálogo con Bohm en Krishnamurti, 1986, p. 520). En este sentido también, nuestro poder es en el mejor de los casos, sólo ´prestado´.

Esta es una enseñanza importante porque enfatiza no sólo el potencial divino dentro del ser humano, sino también el camino hacia él, que no es por medio del ser humano como se piensa generalmente, ni por medio del ego o del intelecto, sino por medio de nuestra naturaleza superior.
Debemos llegar más allá de la superficie de la mente para alcanzar eso que es divino en nosotros.
Debemos someternos al maestro real de la Naturaleza, o incluso interactuar con la Naturaleza sin causar un tremendo daño, como es el caso actualmente.
Esta y numerosas otras enseñanzas en líneas similares, del Occidente y del Oriente, componen la filosofía perenne, que no es tanto un cuerpo de conocimiento, sino un Sendero hacia la Sabiduría.

Se refiere a la naturaleza de lo medible, a la existencia de lo Inmensurable, y a la relación entre ambas. Sobre todo, intenta ayudarnos a superar la carencia general de percepción entre lo que es eterno y lo transitorio, lo que es Real y lo que sólo es imaginado. Esta es la esfera de la verdadera filosofía y la ética espiritual que son el tema principal de la filosofía perenne.

Libros consultados: 
Burckhardt, T., (1974), Cosmología y ciencia moderna, La Espada de Gnosis, Jacob Needleman, Baltimore, Maryland, Penguin Books, pp. 122-78.
Ferris, T., (1993), El Cielo de la Mente: la Inteligencia Humana en un Contexto Cósmico, Nueva York y Londres, Bantam.
Huxley, A., (1947), La Filosofía Perenne, Londres, Chatto & Windus.
Krishnamurti, J., (1986), El Despertar de la Inteligencia, Londres, Víctor Gollancz.
Kwitko, A., (2006), La Ciencia de la Meditación, Retiro de Ciencia y Teosofía, Springbrook, Queensland.

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